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Carlo Frabetti Escritor y matemático

Diálogos plutónicos: sobre la tortura

Sin la complicidad, cuando menos por omisión, de los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- no se podría torturar impunemente. Y también es imprescindible la complicidad del llamado «cuarto poder» Podrías empezar, sencillamente, tecleando en un buscador las palabras «tortura» y «España», y obtendrías más de dos millones de entradas; y bastarían las diez primeras para hacerte una idea de la extrema gravedad del problema

Decías, en el cuarto diálogo plutónico, que la tortura es una práctica sistemática e impune. ¿No es una afirmación exagerada? Puede que haya unos cuantos casos...

-Unos cuantos, sí: más de setecientas denuncias al año en lo que va de siglo; lo cual, teniendo en cuenta que denunciar torturas y malos tratos policiales es difícil y arriesgado, significa que el número real de casos podría ser entre cinco y diez veces mayor.

-¿Quién lo dice?

-La Coordinadora para la Prevención de la Tortura, integrada por 45 organizaciones de todo el Estado español, entre las que se cuentan la Asociación Libre de Abogados, la Coordinadora Estatal de Solidaridad con las Personas Presas, Justícia i Pau, Xusticia e Sociedade, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía... Y las declaraciones de la CPT están avaladas por organizaciones internacionales tan poco sospechosas de radicalismo como Amnistía Internacional o la propia ONU, cuyos relatores llevan años denunciando la impunidad de la tortura en el Estado español.

-No es posible. Si la situación fuera tan escandalosa, todo el mundo lo sabría.

-En Euskal Herria lo sabe todo el mundo, pues allí la represión es tan brutal y tan continua que rara es la persona que no tiene un pariente o un conocido que haya sido torturado o sometido a malos tratos. Y en el resto del Estado, el que no se entera es porque no quiere.

-No es tan fácil enterarse.

-Hasta hace poco no, no era fácil. Pero ahora cualquiera puede realizar una sencilla búsqueda por ordenador e informarse sobre la cuestión tanto como desee.

-Yo no sabría ni por dónde empezar.

-Claro que sabrías. Podrías empezar, sencillamente, tecleando en un buscador las palabras «tortura» y «España», y obtendrías más de dos millones de entradas; y bastarían las diez primeras para hacerte una idea de la extrema gravedad del problema. También puedes teclear «Coordinadora para la Prevención de la Tortura», y obtendrás unas trescientas mil entradas, o entrar directamente en la web de la CPT: www.prevenciontortura.org.

-¿Y los jueces no condenan a los torturadores?

-Sólo unos pocos llegan a ser juzgados, y la mayoría de ellos son absueltos. Y los poquísimos que son declarados culpables nunca cumplen las condenas ni pagan las multas impuestas, a pesar de que suelen ser ridículas. Y a menudo son ascendidos como compensación por las molestias del juicio.

-Pero eso no sería posible sin la complicidad de la judicatura.

-Por supuesto. Sin la complicidad, cuando menos por omisión, de los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- no se podría torturar impunemente. Y también es imprescindible la complicidad del llamado «cuarto poder»: los grandes medios de comunicación ocultan sistemáticamente, cuando no la niegan o tergiversan, la realidad de la tortura.

-Pero a veces denuncian algunos casos, incluso en la televisión estatal.

-Sí, estamos asistiendo a un cambio de estrategia. Como las abrumadoras evidencias hacen cada vez más difícil negar categóricamente la tortura, ahora intentan relativizarla. No es casual que en los últimos tiempos empiecen a verse en la televisión ignominiosas escenas de malos tratos grabadas por las cámaras instaladas en comisarías y cuartelillos, y tampoco es casual que algunos casos de corrupción y abusos policiales sean aireados por los medios de comunicación. Cuando los síntomas ya no pueden ocultarse, se intenta falsear el diagnóstico. Ahora pretenden hacernos creer que los casos de brutalidad policial son aisladas excepciones que confirman la regla democrática, y que la ley los persigue con rigor. De este modo, centrando la atención en algunos casos cuidadosamente elegidos, esperan que los árboles nos impidan ver el bosque.

-Es una buena estrategia.

-Pero no les dará resultado: se puede engañar una vez a todo el mundo y todas las veces a una persona; pero no se puede engañar todas las veces a todo el mundo. Hay demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas acusaciones no desmentidas, demasiadas imágenes tan imborrables como la del rostro desfigurado de Unai Romano, demasiados testimonios tan estremecedores como el de Amaia Urizar, violada por un guardia civil con una pistola. Y hoy, gracias a Internet, articular en un cuadro coherente y significativo los datos que el poder intenta dispersar está al alcance de cualquiera. Cualquier texto de denuncia -como este mismo- puede convertirse en un hipertexto capaz de ramificarse una y otra vez hasta abarcar toda la información disponible, que es tan abundante como estremecedora. Para no enterarse de lo que sucede, ya no basta con mirar hacia otro lado: hay que taparse los ojos y las orejas, como los monos de Confucio. Y hay que taparse la boca con ambas manos para no gritar pidiendo la cabeza de los culpables.

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