CRíTICA Teatro
El rizado bucle
Carlos GIL
De la fascinación a la pesadumbre. Claudio Tolcachir parece enredado en su propio bucle, en su fidelidad a un estilo, a un esquema que se reconoce en sus antecesores y maestros con resultado mucho mejores. En esta ocasión la reiteración de la situación, la tendencia a la infra-actuación, el costumbrismo llevado a sus límites, como si se pretendiera reproducir un corte documental de una oficina, una habitación de apartamento, un bar o una consulta médica, sin apenas vuelo metafórico y mucho menos sin impulso poético, ni escenográfico, ni estético y con unas interpretaciones capadas, romas, como de estar por casa, se llega hasta una barrera comunicativa donde aparece la nada. Nada.
Es cierto que en el equipo actoral se reconocen bondades, calidades, que en la dramaturgia se introducen asuntos de interés como es la homosexualidad camuflada, pero el espacio escénico tan realista nos va atrapando y lo que debería ser un conflicto social, humano se convierte en melodrama expresado en su perfil interpretativo más bajo, unas vidas anodinas, vulgares, con unos problemas cotidianos menores, como de culebrón televisivo pero en grises.
Es una opción de puesta en escena, de espectáculo, que nos coloca ante la ausencia de vínculos artísticos significativos, una regresión estética que nos confunde y descoloca. Comprobamos que no existe nada debajo de esta forma de exhibición impúdica donde los recursos técnicos interpretativos están al servicio de una nada que no entendemos ni como nihilista, sino simplemente descomprometida con su tiempo.
Obra: «Tercer cuerpo».
Autor y director: Claudio Tolcachir
Intérpretes: Melisa Hermida, José María Marcos, Daniela Pal, Grinstein Hernan, Magdalena Grondona.
Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez.
Producción: Compañía Timbre 4.