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Maite Ubiria Periodista

Lo he sabido por el periódico

El empresario que gobierna en Roma habla claro: «las acusaciones de los jueces son falsas, los italianos se convencerán de ello cuando vaya a la televisión». La pequeña pantalla es el único tribunal que reconoce sua emittenza.

El hijo de Sarkozy se confiesa en France 2. Colarse en millones de hogares, y más en la página política de un informativo, es una marca reseñable si sólo se tienen 23 años... y no se es vasco.

En la privada TF1 ha estallado la guerra. Duroux ha salido perdiendo en el pulso con Paolini. El grupo ha sacrificado al periodista, tras aclararle que sobre la información decide Paolini, a la sazón hombre de confianza del accionista principal del grupo y gurú de la telefonía, sua emittenza Martin Bouygues.

La televisión nos destapa ejemplos sangrantes de hasta qué punto un medio con enorme capacidad de influencia es permeable a la presión política. Tras ella asoman las grandes corporaciones, ésas que deciden sobre el destino de los países y las personas sin molestarse en pasar por el sufragio universal.

No sé si internet vendrá, como dicen, a eclipsar el poder de las televisiones. Los espectadores más jóvenes han optado, según parece, por sucumbir al placer más íntimo del ordenador.

Y en ese terreno de juego, en apariencia menos formateado por el poder, los tigres de papel deben pelear con renovada bravura. Sólo en el último mes, y sin contar lo que hoy mismo te cuenta GARA, el periódico que lees cada día o al que espías (ay, picarona... ) en internet, te ha dicho más del último desaparecido político de este país, Jon Anza, que medio año de investigación de la Policía francesa.

Te ha permitido conocer a fondo no sólo cómo actúa, sino como piensa el actor Tim Robbins. También te ha puesto al loro de lo que debate la izquierda abertzale, documento en mano. Te ha colado en una embajada para conocer las razones del presidente legítimo de Honduras. Te ha trasladado el mensaje del Relator Scheinin de que «es muy peligro cortar las vías políticas» y la denuncia de otro órgano de la ONU sobre la detención de un independentista.

Dado el «apagón informativo», que antes ocultaba a no pocos y ahora deja a dos velas a muchos más, para saber, sin ir más lejos, qué piensa ELA, tengo que comprar el periódico. Ya lo dice Silvio Berlusconi, a la televisión se va para otras cosa.

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