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Raimundo Fitero

Al paro

Quién le ha dicho a Felipe de Borbón y Grecia que opine de algo que no sea la ley sálica? ¿A quién le interesa lo que opine este Príncipe de portada de revista sobre nada? Cuando escucho a este señor que vive de nuestros impuestos desde el día que nació, que viven de nuestros impuestos sus vástagos y que encima se atreve a hablar de algo que nos interesa a todos sus súbditos, como es el paro, me hago republicano francés del dieciocho. No lo puedo soportar. Me encantaría que se dieran unos Premios Príncipes de Asturias en el exilio. Entonces serían realmente reales. Sobre todo si se los pagan con sus «ahorros» multimillonarios de estas décadas.

Mientras se encumbre su nombre, se gasten en fastos tantos millones de euros para ensalzar la figura de un individuo cuyo único currículo es ser hijo de su padre y su madre, estos premios son simplemente materia televisiva de tercer orden. Miren las estadísticas, miren a Sofres, verán que a nadie les interesa sus ceremonias y mucho menos sus discursos. Es uno de los gastos televisivos más banales y más fuera de norma. Y que conste, que a los premiados, los aplaudo y les envidio que les den tanta cantidad de dinero y les lleven varios días a comer la exquisita gastronomía asturiana.

El asunto del paro es tratado desde las alturas por un señor que vive en un palacio, que su trabajo consiste en figurar, inaugurar y saludar con su manita y que nunca ha sabido lo que vale un paquete de tabaco o un gramo de cocaína. Que le han regalado títulos y graduación militar, que su sueldo es vitalicio y solamente puede sufrir incrementos, que tiene todos los gastos cubiertos por el sudor impositivo de los ciudadanos, va y se pone a opinar y a pedir esfuerzos. Por cierto, ¿cuántos príncipes y princesas están en el paro?

TVE tiene una rémora fatal: la Casa Real. Y desde hace unos años, los Príncipes de Asturias. La cobertura a sus viajes y actividades es un lujo, un despilfarro, porque es la crónica de la nada, de la espuma, de lo inútil. La entrega de los citados premios merece el premio a lo anacrónico, a lo arqueológico. La de este año es igual de insulsa que la anterior. Vivan los premiados, abajo los premios.

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