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Iñaki Lekuona periodista

Que le corten la cabeza

Jean Sarkozy vive en el país de las maravillas, donde su papaíto es el rey y, por tanto, él, un príncipe. Y así lo ha ido demostrando a lo largo de su vida, más bien corta con sus 23 añitos, pero llena de grandes emociones. Como cuando fue perseguido por un conductor furioso tras huir de un accidente que provocó con su scooter. Gracias a dios, aquel incidente se saldó con una vuelta de tortilla en la que el perseguidor y víctima del accidente, por cierto de origen magrebí, fue condenado a pagar 2.000 euros de multa por comportamiento abusivo. Es lo que tiene ser príncipe, que al final hasta los jueces le acaban comiendo a uno de la mano

Y no sólo los jueces. Desde que abandonó los estudios, los súbditos de la UMP se le rinden a sus pies. Joven y nulamente preparado, fue elegido consejero general por la conservadora Neuilly-sud. Joven y sobradamente inexperto, ha sido designado para dirigir la oficina pública de gestión de la Défense, el conocido centro de negocios de Paris construido bajo el mandato del general De Gaulle.

La polémica no ha tardado en estallar. Pero todo estaba calculado, como su corte de pelo que le imprime un aspecto de niño bueno que no duda en acrecentar subrayando su próxima paternidad. Y esa nueva imagen vacía la llena con un mensaje incontestable: él no tiene más derechos que nadie, pero menos tampoco. Sólo queda un último golpe de efecto: ante las críticas por nepotismo, en un aparente gesto de madurez y de integridad, Jean Sarkozy decide desistir. Y ya tenemos un nuevo animal político. El rey ya tiene su heredero en el país de las maravillas. Ya está tardando en llegar la reina de corazones. Y la revuelta popular.

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