CRíTICA teatro
Pareja de hecho
Carlos GIL
En un mismo espacio escénico apenas significante, incluso estéticamente en colusión con la propuesta dramática, dramatúrgica e interpretativa, Daniel Veronese coloca a los personajes de sus adaptaciones de dos grandes obras capitales de Henrik Ibsen: «Casa de muñecas» y «Hedda Gabler». Tarea hercúlea que realiza el creador argentino con una aparente soltura que puede llevar a confusión. Está todo Ibsen, pero está revisitado, esencializado, trasladado en forma y fondo a nuestros días, a unas realidades precisas, pero con la misma intensidad en los personajes, la misma capacidad para remover los conceptos más primarios de la conciencia burguesa, pero en esta ocasión, además, sirviéndose de una alternativa teatral muy elaborada. Se trata de un trabajo de largo aliento, no de un oportunismo, ni de una concatenación de hechos circunstanciales, es una creación de grado mayor.
Vimos las dos funciones en días seguidos, el mismo espacio escénico, pero dos repartos diferentes. Las mismas claves interpretativas, pero dos intensidades, quizás simplemente dos modulaciones, dos variaciones de la misma pauta, del mismo tono. En ambos casos el texto, los personajes, la historia se va tejiendo sin apenas efectos narrativos: todo es acción. Todo sucede, nada se explica. Lo importante es lo que les pasa a los personajes, es decir a los actores a los que tenemos ahí, en frente, que son seres humanos que hace un poco nos saludaban al entrar, no hay ceremonial artificioso, es lo que denominan la «no representación», pero donde hay verdad escénica, verdad dramática, texto teatral, interpretación y resolución.
El espacio escénico es de una vulgaridad buscada que acaba creando un campo neutral, muy reconocible, pero a la vez imposible de interpretar más allá de lo físico, por lo tanto son los personajes los que activan la mesa, o las puertas o esas paredes anodinas. Y si queda claro que estamos hablando de una propuesta de director, de dramaturgista de escena, no es menos importante señalar el territorio que ocupa como valor absoluto la interpretación. Cada uno y en conjunto, trabajan en una misma dirección, en todos los casos se está en escena amasando un tesoro añadido, transmitiendo, o por el texto, por la actitud o por el silencio y los movimientos. Todos y cada uno brillan en su momento adecuado, con las graduaciones lógicas.
En la visualización de su conjunto uno comprende la excelente pareja de hecho que forman Ibsen y Veronese y la maravillosa descendencia que han logrado con estos grandes trabajos que forman, a todas luces, un corpus único, relevante y fascinante. Ha vuelto el mejor Veronese y eso es una gran noticia.