Análisis | Elecciones en Uruguay
Izquierda y proyecciones geopolíticas desde Uruguay
Los resultados de la segunda vuelta, el 29 de noviembre, incidirán de forma indudable en términos geopolíticos en la actual batalla que se está librando entre los tres bloques que pretenden hegemonizar la región desde hace más de un lustro.
Luismi UHARTE Sociólogo
La primera vuelta de las elecciones en Uruguay nos muestra un panorama complejo, no sólo en el plano interno sino en su vertiente regional, por sus repercusiones geopolíticas y la posición de las diversas organizaciones sociales y políticas de la izquierda anticapitalista.
Una improbable, aunque todavía factible victoria de la derecha uruguaya, sumaría otro peón más al debilitado «bloque gris», liderado por Colombia y México. Un triunfo de los sectores conservadores confirmaría parcialmente la reciente hipótesis que vislumbra el fin de la «década progresista» en América Latina y el retorno de los poderes tradicionales. Además, restaría fuerza a la dinámica de integración que se viene desarrollando en los años recientes, a través de instituciones como Unasur, el Banco de Sur, el Consejo Suramericano de Defensa, etc.
Una más que probable victoria del Frente Amplio, con la fórmula Mújica-Astori, mantendría el peso específico que hoy día tiene el denominado «bloque rosa», liderado por Brasil. El vicepresidente Astori ejercería de equilibrio moderado frente al, más simbólico que real, izquierdismo de Mújica. Resulta significativo cómo el presidenciable (Mújica) busca en todos sus discursos la complacencia del candidato a vicepresidente (Astori). Además, por si quedara lugar a dudas, Mújica ha repetido por activa y por pasiva que su modelo es Lula y no Chávez. En definitiva, la reválida del Frente Amplio sería funcional a Brasil, en su silenciosa pero tenaz batalla frente a Venezuela por detentar la hegemonía en el proceso de integración autónomo latinoamericano. Batalla, por cierto, totalmente opacada por la principal y estratégica confrontación contra el imperialismo estadounidense, donde ambos bloques fungen como aliados.
Izquierda antisistema. Otro de los ejes de análisis fundamental en la segunda vuelta de las elecciones uruguayas y también en los distintos países donde gobiernan ejecutivos más o menos progresistas, es la estrategia electoral, política y organizativa de la izquierda antisistema, anticapitalista o radical. En el caso uruguayo, una parte de los sectores más izquierdistas optaron hace más de un año por salirse orgánicamente del Frente, después de una fuerte dinámica crítica desde dentro.
El debate actual se centraría en si es más o menos eficaz estar fuera o dentro del Frente, tanto en términos electorales como en la actividad política diaria. En el plano electoral la incógnita se ha resuelto de manera negativa para la Asamblea Popular, que apenas ha logrado un 0,5% de los sufragios. La incertidumbre se presenta ahora en comprobar si el trabajo político de base revitalizará al complejo espectro de las organizaciones sociales y políticas de izquierda que se sitúan fuera del Frente Amplio.
Lo que resulta evidente en la mayoría de los procesos de cambio que se desarrollan en la región, y con más nitidez en aquellos países con gobiernos más radicales, es que ubicarse fuera de la orgánica gubernamental margina al extremo a los grupos de la izquierda radical. En Venezuela, situarse fuera de la esfera del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), se paga muy caro, y pretender salirse del chavismo es un suicidio seguro. En Bolivia, apostar por un trabajo desvinculado del MAS y del liderazgo de Evo Morales es simplemente un viaje seguro al fracaso, como se comprobará con nitidez en las próximas elecciones presidenciales del 6 de diciembre. Y en Ecuador, no resulta nada fácil desarrollar una labor política de izquierda a contracorriente de las directrices del presidente Correa, como bien sabe la propia Conaie.
En el caso uruguayo, aunque pudiera pensarse que la izquierda antisistema tendría más espacio que en los tres casos anteriores debido a la naturaleza más moderada del Gobierno frenteamplista, las características sociológicas de la sociedad uruguaya no coadyuvan al éxito de una alternativa más radicalizada. El notable peso de los estratos medios, con su perfil urbano y moderno y su sempiterno gusto por la moderación, la gradualidad y las dinámicas de conciliación, no dejan mucho espacio a cambios bruscos y conflictivos. Al contrario de lo que ocurre en Bolivia y Venezuela, por ejemplo, el apoyo decisivo al Frente Amplio se ubica en los centros urbanos y no en las zonas rurales o en las barriadas populares de las grandes ciudades. Todo esto, lógicamente, determina con bastante precisión los límites de lo posible y lo imposible.
Bolivarianismo. Dos interrogantes que surgen tras esta primera vuelta en Uruguay, y que aparecen recurrentemente en muchos países de la región, son: ¿cuál es el camino para el cambio profundo? y ¿quiénes lo perciben con mayor claridad?
Una importante fracción de los estratos medios piensa ingenuamente que el cambio social real puede lograrse exclusivamente a través de una «buena gestión» gubernamental, influenciados notablemente por el pensamiento tecnocrático. Esta actitud es muy habitual en sectores progresistas adscritos a tareas del Estado, como por ejemplo ocurre en Uruguay o en Paraguay. La buena gestión puede ser determinante en países nórdicos, gracias a los beneficios que reporta la dinámica histórica Norte-Sur, pero se convierte en una «utopía ingenua» en un país latinoamericano.
Quienes perciben con más nitidez donde está el «peligro» real de cambio, son paradójicamente las clases dominantes y sus mass media. En Paraguay dedican una considerable parte de su tiempo a acusar al Gobierno de Lugo de estar plegado a los países bolivarianos, sabiendo que no es cierto pero con el objetivo de evitarlo en un futuro. En Uruguay resultó muy significativo el lema coreado por el Partido Nacional tras los resultados: «¡Contra el populismo y el chavismo!».
Un bolivarianismo al que no está adscrito ni posiblemente lo va a estar el Frente Amplio, pero que aterroriza a las clases dominantes de su país como alternativa de emancipación para la Patria Grande.