Un compañero de redacción pregunta cómo es posible que un prisionero, en este caso el serbio Radovan Karadzic, pueda torpedear su juicio negándose simplemente a acudir a la sala.

Sí que resulta extraño visto desde aquí, donde te acuestas una noche y amaneces en Soto del Real.

Pero, al margen del garantismo de que hace gala el Tribunal de La Haya -y de las tácticas dilatorias de un reo que, como abogado, insiste en defenderse a sí mismo-, lo cierto es que la situación creada alimenta, además de la ira de los bosnios, las más que fundadas sospechas sobre la actitud real de los que forzaron la detención del ideólogo de la aniquilación de la población bosnia.

Al aparecer muerto en su celda, Milosevic se fue -¿o lo despacharon?- sin ser condenado al purgatorio que alberga a los políticos que, como él mismo, utilizaron el credo socialista para sus propios fines político-lucrativos.

¿Ocurrirá lo mismo con Karadzic? ¿Será finalmente recibido con agasajos y sin haber sido condenado en el infierno donde arden sus correligionarios chetniks y sus sueños de la Gran Serbia?

El tiempo lo dirá pero seguro que más de uno respiraría aliviado. Porque seguro que tiene muchas cosas que contar de la inacción, por no decir connivencia, de muchas cancillerías en la masacre de la población bosnia. Como adelanto, ya denunció que el entonces enviado especial de EEUU, Richard Holbrooke, le prometió impunidad a cambio de su aval a los acuerdos de Dayton.

¿Será por eso que se niegan a darle más tiempo para defenderse? ¿O que lo prefieren ausente? Esto de pensar siempre mal es tan cansino...