Récords dudosos y marcas de película, el sueño de cualquier deportista
Ser el autor de la mejor marca en una disciplina es el sueño factible o imposible de la mayoría de los deportistas. La proeza existe, antes incluso que la definición del viejo lema acuñado como máxima olímpica: «Más alto, más rápido, más fuerte».
Miren SÁENZ
Embarcados en la búsqueda de la superación, en esas han estado durante los últimos siglos deportistas, entrenadores y amantes de la estadística. Se contabiliza todo, incluso en algunos casos los logros en actividades que pretenden escapar a la competición como el montañismo. Así, sabemos que Pelé fue pichichi durante 9 campeonatos consecutivos, apuntándose 361 goles. Que exactamente 203.849 espectadores abarrotaron Maracaná en la final de 1950 donde Uruguay venció a Brasil (2-1) o que el honor de ser el futbolista más longevo corresponde al inglés Neil Mac Bain, quien jugó su último partido con 52 años y 4 meses.
La lista de registros es extensa, pero en algunos casos, además, ha provocado eternas dudas. En el atletismo, por ejemplo, unas cuantas plusmarcas de velocidad y lanzamientos continúan alimentando la polémica. La vigencia de los registros en velocidad femenina, que ya han superado los veinte años, y que Florence Griffith dejó como un legado infranqueable sigue marcando el reloj de la actualidad cada temporada. Fracasadas las tentativas de borrarlas de las tablas por sospechosas, los especialistas están convencidos de que terminarán batiéndose pese a que ninguna de sus sucesoras ha conseguido acercarse ni de lejos a las marcas de la reina de las uñas interminables en los Juegos Olímpicos de Seúl'88.
Otros, sin embargo, se quedaron a las puertas. Iván Pedroso lo consiguió todo en longitud menos la plusmarca. El saltador cubano superó en un centímetro los 8,95 metros de Powell, marca que finalmente no fue homologada porque la IAAF consideró que se habían producido irregularidades en el anemómetro cuando un árbitro se situó en el medidor de viento en Sestrieres. En la misma disciplina se vivieron con asombro los resultados de los saltadores en el último Europeo indoor durante el pasado marzo.
En el Oval Longotto de Turín, el joven alemán Sebastian Bayer llegó a mejorar en 54 centímetros su registro para convertirse en el recordman continental en una disciplina en la que muchos de los participantes hicieron marca personal. Se habló del «efecto trampolín» del pasillo de salto.
Rumores ha habido muchos, incluso aquel que apuntaba a una medición errónea de la pista que albergó los 200 metros de los Juegos Olímpicos de Atlanta'96, escenario del récord de Michael Johnson. Hace un par de veranos un relámpago llamado Bolt arrasó con esa y con todos los 100 de la historia para volver a dar voz a algunos expertos que habían augurado que el ser humano está alcanzando sus límites, aunque el jamaicano se encargue de demostrar lo contrario. Distinta es la situación de la saltadora de pértiga Yelena Isinbayeva. Pese a la corta trayectoria de la pértiga femenina, para colección y progresión la suya. La mujer que mira desde más allá de los cinco metros, contabiliza 27 plusmarcas, esa es su motivación, y aspira a conseguir 36, una más que su mentor Sergei Bubka.
Una rareza
Los investigadores apuntan a que dentro de veinte años los récords serán una rareza. Los deportistas habrán llegado al tope de su capacidad en diversas actividades físicas, aunque quizás elementos externos como ha ocurrido con los famosos bañadores de poliuretano, que en la próxima temporada estarán prohibidos en natación, permitan descubrir nuevas posibilidades.
Hasta que llegue ese día, en el que las mejoras se midan por milésimas de segundo o gramos, seguirá recogiéndose cada detalle. Michael Phelps sigue siendo el nadador récord y el deportista olímpico más laureado de la historia gracias a sus catorce medallas de oro. Su reto parece inalcanzable pero por algún lugar de planeta andará su sucesor, como también el del tenista que desbanque a Andy Roddick en el servicio más rápido. Gracias a la medición moderna, el 6 de febrero de 2004 el estadounidense se convirtió en un tenista capaz de lanzar la pelota a 241,4 kilómetros/hora. Su compatriota Venus Williams pone nombre al saque más potente de un brazo de mujer con 205 km/h.
Y es que algunas marcas parecen leyenda. Los puntistas Enbil, Irastorza y López intentaron en el Jai Alai de Gernika, durante el último lunes de octubre, acabar con el récord de velocidad de lanzamiento de pelota con cestaño en poder de Areitio, que hace 30 años alcanzó los 302 km/h en el frontón de New Port y recoge el Libro Guinness. Del trío de aspirantes, con tres lanzamientos para cada uno, Imanol López fue el mejor para situarse en 221 kms/h, medidos con un radar similar a los empleados en carreras de Fórmula Uno, a más de un mundo de Areitio.