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Antonio Alvarez-Solís periodista

El hueco

 

Una de los asuntos que más me atraen en nuestros turbios y desgraciados días es la calidad del lenguaje. Su mala calidad. Es un lenguaje sumario, descocado, sin el contraste de la más mínima coherencia. Deshumanizado, intolerante. Un lenguaje que irrita como la humareda y ahoga como el polvo levantado por el viento.

Leo en los periódicos que el presidente de Iberdrola, Sr. Sánchez Galán, ha dicho que «aún hay hueco» para subir las tarifas de la electricidad. La frase resulta árida, impresentable, tanto por su simpleza como por su contenido. Hablar con tanta desenvoltura de que una cosa puede encarecerse más en un momento de angustia económica generalizada, y hacerlo con un resolutivo «aún hay hueco», ofende a todo lector que tenga aún vivo un mínimo sentimiento de humanidad. Cierto que el Sr. Sánchez Galán explica con un gran desasimiento que se deben acomodar los costes de producción del kilowatio al precio que debieran tener según una fría y tajante contabilidad. Pero debiera también considerar el presidente de Iberdrola que está hablando de una apetencia empresaria ante millones de «huecos» que han de vivir la angustia de su cuenta doméstica cada vez que le dan a un interruptor. Ya sé que esto no habría de decirlo si fuese respetuoso con la libertad de empresa, pero también colijo que la libertad de empresa no puede usar como combustible de sus dividendos a seres humanos. La vida humana es más importante que la libertad empresarial, sobre todo si esa libertad nos lleva hasta donde hemos llegado. Dogmas, no; vida, sí. Desde el punto de vista que acabo de sugerir yo creo que más que ajustar el consumidor al kilowatio habría que ajustar el kilowatio al ser humano. Pero ¿existe ahora el ser humano? No: existe el kilowatio.


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