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Análisis

Una nueva fase en la lucha del pueblo tamil

 Como ha señalado un portavoz tamil, los tigres «han sido parte de la lucha política del pueblo tamil para lograr el derecho de autodeteminación. Sri Lanka ha dicho que la lucha armada ha sido completamente derrotada. Pero la lucha política del pueblo tamil seguirá hasta lograr nuestras legítimas aspiraciones»

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional

La derrota militar del LTTE tras la ofensiva militar cingalesa ha situado a la lucha por la autodeterminación de la nación Tamil Eelam ante una encrucijada. La reciente experiencia y sus largos años de lucha, sus errores y aciertos, serán la base de la nueva fase.

El secuestro de su nuevo dirigente, Selvarasa Pathmanathan, en algún país del sudeste asiático (Tailandia o Malasia), y su inmediata entrega a Sri Lanka supuso un nuevo revés para el LTTE. Por contra, las últimas elecciones municipales celebradas en Jafna y Vavuniya supusieron un importante paso para los representantes de la Alianza Nacional Tamil, que han sido la segunda fuerza más votada en Jafna (donde sólo participó un 20% de la población) y la más votada en Vavuniya, donde la participación superó el 50%.

A finales de julio, los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE) anunciaron oficialmente un proceso de restructuración de la organización. Tras reconocer que el pueblo tamil se encuentra «en un crítico y doloroso periodo en la historia por la lucha de liberación de nuestra nación», señalaba que la lucha por sus legítimos derechos sigue adelante.

Tras un proceso de consultas y debate entre los militantes que lucharon contra el Ejército cingalés, entre los representantes políticos del pueblo tamil y con miembros de la importante diáspora, decidieron colectivamente, entre otras medidas, nombrar una nueva dirección, al frente de la cuál situaron precisamente a Pathmanathan.

La ofensiva militar de Sri Lanka contra los tamiles colocó al LTTE en una situación crítica. Las semanas de ataques contra territorio tamil los pasados meses, violando todas las convenciones internacionales, con miles de civiles muertos, desplazados, sometidos a embargo de alimentos y sin acceso a medicamentos, han llevado al pueblo tamil a una situación cercana al genocidio.

Durante los peores momentos de la guerra, los dirigentes tamiles pusieron sobre la mesa una y otra vez propuestas para buscar una salida negociada a la situación, proponiendo un alto el fuego y entablar nuevamente conversaciones de paz. Sin embargo, tanto la comunidad internacional como el Gobierno de Colombo rechazaron esas medidas, al tiempo que exigían la rendición absoluta del LTTE.

Los posteriores acontecimientos, con la eliminación física de la dirección del LTTE en los combates, han alterado sobremanera la situación. En estos momentos, la ocupación militar de las poblaciones tamiles se ha incrementado. 300.000 tamiles están internados en campamentos militares, otros 300.000 se encuentran desplazados en zonas tamiles, varios miles de combatientes están presos en régimen de aislamiento y sometidos a torturas...

La estrategia de Sri Lanka pasa por apuntalar su posición en las tierras tamiles, poniendo en marcha una administración civil sustentada en personal militar, al tiempo que busca recibir ayudas internacionales para dicho fin, maquilladas, eso sí, bajo el pretexto de «la reconstrucción y el desarrollo». Cuando en realidad estamos ante una maniobra para asentar sus reales, e incluso poner en marcha una operación de colonialismo demográfico, tendente a desequilibrar la realidad demográfica a favor de los colonos cingaleses.

Colombo busca destruir cualquier señal del desarrollo político, social o económico logrado por el pueblo tamil durante estos últimos años.

Tras la victoria militar, Sri Lanka sigue su propio guión y, con el tiempo, las consecuencias de este triunfalismo acabarán también con las demandas de libertad de la propia población cingalesa. En estos momentos, el presidente Rajapaksa, que busca la fórmula para perpetuarse en el poder y aumentar el peso de su familia en la realidad de aquel país, cuenta con el apoyo decidido de los monjes budistas y de los sectores más conservadores y chauvinistas de la isla.

El culto a la personalidad ha recibido un peligroso impulso estos últimos meses en Sri Lanka, y el despotismo y las políticas dinásticas amenazan con hipotecar su futuro. Tras el oficial y celebrado «final de las hostilidades», el Gobierno ha cerrado el Secretariado de la Paz, ha «invitado» a numerosas organizaciones no gubernamentales y grupos de defensa de los derechos humanos a dejar la isla, y sigue con sus planes de expansión militar (pretende doblar el número de efectivos, teniendo el mayor índice en Asia del sur y cuando oficialmente se resalta la inexistencia de enemigos internos o amenazas externas).

Algunos cingaleses han alertado de la posibilidad de que esa fuerza militar y policial sea usada en el futuro para reprimir cualquier intento de protesta contra el régimen de Rajapaksa. Éste no ha dudado en renovar todo el entramado del «estado de emergencia», mientras que su persecución a la prensa crítica sigue cada día acentuándose (periodistas detenidos, encarcelados, secuestrados, agredidos y muertos), y se ha anunciado el restablecimiento del Consejo de Prensa, órgano encargado de encarcelar a las voces críticas del periodismo.

Los dirigentes tamiles, por su parte, han enmarcado sus reflexiones en torno a la difícil situación que afronta su pueblo, los reveses más recientes, la difícil coyuntura internacional (favorable de momento a un Estado cingalés en el conjunto de la isla como salvaguarda de sus propios intereses, y contraria al mismo tiempo a las expresiones de violencia armada de actores no estatales), las circunstancias restrictivas a nivel regional, y los factores externos que influyen en la realidad de Tamil Eelam.

En esa línea han decidido afrontar una nueva fase de la lucha, silenciando sus armas, pero al mismo tiempo canalizando todos sus esfuerzos hacia la consecución de un acuerdo político y diplomático que posibilite afrontar las amenazas que hoy en día padece el pueblo tamil y articular las aspiraciones políticas de ese pueblo bajo los principios de «nación tamil, estado tamil y su derecho de autodeterminación».

Tras reinvindicar que su lucha ha sido clave para extender un fuerte sentimiento nacional en el pueblo tamil, reconocen que es el momento de utilizar las formas de lucha que mejor sirvan a los principios antes mencionados y posibiliten la materialización de su objetivo final.

«No podemos comparar las situaciones del pasado con lo que acontece hoy en día», de ahí que aunque «los métodos de lucha cambien, el objetivo sea el mismo». En un mundo en el que los cambios se dan a una velocidad de vértigo, esas transformaciones seguirán, y tal vez puedan «abrir las puertas para la libertad del pueblo de Tamil Eelam».

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