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«Para Uribe, todo el que no piensa como él es un intelectual de las FARC»

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Hollman Morris
Periodista colombiano

Periodista y productor de documentales colombiano, Hollman Morris colabora con Telesur y Al-Jazeera. Su modelo de periodismo de investigación le ha valido el reconocimiento internacional, pero también el verse obligado a salir de su país para proteger su vida y la de su familia ante la abierta hostilidad del Gobierno de Álvaro Uribe y las amenazas de los paramilitares.

Iñaki IRIGOIEN

Hacer periodismo de investigación en Colombia es muy arriesgado. ¿Por qué se la sigue jugando?

No puedo presentarme ante la cámara y decir, desde un estudio en Bogotá, que en este país hay guerra, que hay desplazados. Como periodista de televisión tengo que ir al sitio donde se producen los desplazamientos, los combates, las liberaciones de secuestrados, cumpliendo una máxima sencilla y elemental del periodismo, la de estar en el sitio donde se producen los acontecimientos. He descubierto que eso molesta profundamente al Gobierno de Álvaro Uribe, que durante sus ocho años de mandato se ha caracterizado por la negación sistemática de la guerra en Colombia. Obviamente les tiene que molestar alguien que muestra en imágenes desplazamientos, víctimas, violaciones de derechos humanos en el marco de ese conflicto. No tenemos las más mínimas garantías de seguridad, y así se lo hicimos saber a las asociaciones de prensa en el mundo, a los gremios y sindicatos de periodistas. Les transmitimos que cualquier cosa que nos suceda será responsabilidad del Gobierno y, especialmente, del presidente, Álvaro Uribe.

¿Qué opina de que miembros del Gabinete de Uribe le acusen abiertamente de «terrorista»?

El que haya ministros que me hacen mala propaganda creo que habla bien de mí como periodista. Digamos que soy un periodista crítico. Tengo un programa de televisión de 30 minutos que se financia con dinero de la cooperación internacional, de la Unión Europea, las embajadas británica, canadiense y holandesa y, recientemente, de Open Society Institute. Y esa financiación llega porque ven a un periodista que está dando voz a las víctimas, denunciando la barbarie del conflicto.

¿No está sometido a ningún tipo de control editorial por parte de la cadena o del Gobierno?

No se opera ese tipo de control que estamos acostumbrados a ver en dictaduras, que llegan y te cierran tu programa o te cierran la emisora. Son más ordinarios y burdos en la manera de censurar. La forma de hacerlo es que el presidente sale públicamente a calificarte y señalarte como «amigo del terrorismo». La manera burda de censurarte es haber puesto desde 2004 a los servicios secretos, al servicio del presidente, a hacernos lo que se llama inteligencia ofensiva, es decir, a desacreditarnos, a generar propaganda negra, a amenazarnos y a intimidarnos.

De hecho, a ciertos periodistas en Colombia se les ha llegado a acusar de ser parte del «sector intelectual» de las FARC.

Para el presidente, el sector intelectual son los defensores de los derechos humanos, los gestores de paz, las voces más críticas e independientes de la política colombiana, los periodistas críticos, todos los que no piensen igual que él o los que lo critican. Lo mete todo en el mismo saco, el de «los aliados del terrorismo», y en Colombia sabemos que eso se convierte en una amenaza a nuestras vidas, a nuestro trabajo, a nuestros trabajadores y a nuestras familias. La interceptación ilegal de tus teléfonos y correos electrónicos, el seguimiento a tus fuentes, a tus padres, a tus hermanos, a tus cuentas bancarias... Todo lo que yo denomino una cacería criminal por el hecho de pensar diferente, de tener una voz crítica.

Sorprende que, tras ser acusado de «terrorista» por el Gobierno, no se encuentre en prisión y pueda ir por el mundo denunciando lo que ocurre.

Pese a los esfuerzos no han podido encontrar pruebas que nos incriminen. En Colombia hay una Corte que mantiene cierta independencia y que ha sido también acusada por el presidente de «terrorismo». Además, mi trabajo es público y lo ha sido durante 5 años, y eso ha llevado a los relatores especiales de las Naciones Unidas para la Libertad de Prensa, a los relatores para la libertad de prensa y expresión de la OEA y a diferentes organizaciones en el mundo a respaldar mi trabajo y criticar la actitud del Gobierno.

¿Hay periodistas amenazados por ambos bandos del conflicto, guerrilla y Gobierno?

En Colombia los periodistas siempre hemos estado en la mira de los paramilitares de extrema derecha, pero las FARC también han asesinado, secuestrado y amenazado a periodistas y han atentado contra emisoras comunitarias. En el periodismo colombiano es normal que las Fuerzas de Seguridad del Estado nos persigan, amenacen e intimiden; lo que no es normal, y nunca lo ha sido, es que sea el presidente el que te ponga la lápida al cuello. Eso es nuevo y se suma a los peligros que tenemos.

Llama la atención que Uribe sea el primero en dar la voz de alarma en casos como el de Erbin Hoyos, a quien respeto y cuyo trabajo por la liberación de los secuestrados también respeto, y que según las informaciones difundidas lo han amenazado las FARC, y en otros casos sea el presidente quien amenaza a los periodistas.

«El discurso presidencial envenena a la sociedad»

Hollman Morris es bastante escéptico en cuanto a los posibles movimientos que se están dando en su país de cara a la resolución del conflicto, salvo la iniciativa de Colombianos y Colombianas por la Paz, un grupo de intelectuales y artistas de diversos sectores de la sociedad colombiana, que «busca una salida negociada al conflicto armado en Colombia y quiere sacar adelante un acuerdo de paz».

Pero, frente a esta iniciativa que valora de manera positiva, Morris sitúa a «un presidente que sistemáticamente llama a los gestores de paz aliados del terrorismo y ese discurso de Álvaro Uribe repetido mañana, tarde y noche durante ocho años ha provocado una contaminación y un envenenamiento tal de la sociedad colombiana que hoy día cualquier gesto de paz es visto como un gesto afín a las guerrillas y creo que ése es un diagnóstico de una sociedad paranoide, de una sociedad esquizofrénica que está perdiendo el rumbo». En su opinión, «no se puede entender que una sociedad que nunca ha conocido un solo día de paz, en la que generaciones como la mía, como la de mis hijos, como las de mis padres y mis abuelos no han conocido un solo día de paz, una persona que intenta dar pasos hacia la consecución de la paz sea inmediatamente señalada, estigmatizada, atacada y amenazada».

«Me parece muy preocupante y eso lo ha logrado ese discurso permanente de intoxicación generado por el presidente Uribe», subraya. I. IRIGOIEN

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