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Guzmán Ruiz Garro Consejero laboral en la Asamblea de BBK

Las ofertas por CCM reabren el debate sobre la privatización de las cajas

Sería paradójico que al aplicar una fórmula para comprar CCM, seamos nosotros los que abramos las puertas, de par en par, para que estas mismas medidas u otras parecidas se usen para privatizar las cajas ¿Alguien se puede creer de verdad que con la compra de CCM íbamos a mejorar en algo nuestra economía?

Cíclicamente, por parte de los voceros de los grandes grupos económicos y de presión, la oligarquía financiera del Estado, se reabre el debate de la privatización de las cajas de ahorros propugnado que estas entidades deben pasar totalmente a la propiedad privada.

Cumpliendo adecuadamente su papel, ahora, al calor de la intervención del Banco de España en Caja Castilla-La Mancha, estos amanuenses no desaprovechan comba y acusan al Estado de ser un flojeras con los ejecutivos autonómicos por permitirles que veten decisiones que facilitarían la rápida transformación de las cajas en sociedades anónimas. En el caso del Gobierno Vasco, esta aseveración no parece corresponderse totalmente con la realidad porque su consejero de Economía y Hacienda no ha dudado en dar su apoyo a otras vías alternativas a la tradicional fusión.

A los dirigentes políticos de casa y a algún que otro gestor de las cajas vascas se les ve, pues, confusos, desorientados e incoherentes a la hora de hablar claramente sobre el futuro de las cajas de ahorros. Por un lado, tienen miedo a que cambie la naturaleza jurídica de éstas rechazando las fórmulas al uso para las absorciones o fusiones y, por otro, cayendo en flagrante contradicción, promueven iniciativas que se cargan el carácter actual de estas entidades.

La oferta de BBK por CCM, que contaba al parecer con el apoyo de las autoridades políticas del Gobierno de Gasteiz y de la Diputación de Bizkaia, si se hubiera materializado, podría haber llevado a que dejase de ser una caja de ahorros y, consiguientemente y entre otras consecuencias graves, a que desapareciera su OBS.

Y sería paradójico que al aplicar una fórmula para comprar CCM, llamémosla como se quiera: sociedad vehículo, fusión fría o virtual, o de propósitos específicos, seamos nosotros los que abramos las puertas, de par en par, para que estas mismas medidas u otras parecidas se usen para privatizar las cajas. No me extraña el mosqueo que tienen los sindicatos de CCM, contrarios a convertirse en una fundación o empresa participada.

Y en lo que respecta a que las cajas vascas sean el embrión de un posible sistema financiero vasco, la conversión en sociedades anónimas no ayuda precisamente a hacer país. Por cierto, en otros lares como Italia, mediante la Ley Amato, después del experimento de las cuotas participativas, y en Inglaterra, donde se constituyeron las public limited company para cargarse la «red de cajas británicas», ya hubo también políticos neoliberales del mismo cuño que contribuyeron a la privatización y al desmantelamiento de su labor social.

Ni qué decir tiene que el llamado acuerdo de integración de CAN y Caja Canarias añade mayor incertidumbre a cualquier proyecto sólido de país. ¿No habría sido más lógico un acuerdo con el resto de las cajas vascas, acuerdo que existe desde hace casi un siglo por medio de la federación vasco-navarra de cajas, por proximidad y afinidad a nivel económico y social?

Ni la privatización ni este tipo de acuerdos que llevan a lo mismo parecen unas buenas ideas para construir una nación con unos instrumentos económicos propios que nos permitan el mayor bienestar posible para las y los ciudadanos vascos. ¿Alguien se puede creer de verdad que con la compra de CCM íbamos a mejorar en algo nuestra economía?

Y la mayor responsabilidad de que no avancemos la tienen los políticos que gustan denominarse soberanistas para pedir el voto pero que no son capaces más que de escenificar supuestas diferencias con PSOE y PP, mientras estos partidos se encargan de ir cerrando expectativas con este tipo de medidas a cualquier posibilidad real de que podamos ser una nación con soberanía.

Menos devaneos jurídico-financieros sobre adquisiciones nada convenientes y más acción para empujar nuestra economía muy necesitada de una mayor estructuración, de la potenciación de las relaciones interindustriales entre nuestros territorios cuando se trate de favorecer, sobre todo, a la pequeña y mediana empresa. Más energías para dar nuevos impulsos y coberturas a los sectores básicos de nuestro tejido productivo. Defensa de los subsectores que se mueven en torno a la producción y transformación del acero y necesidad de catapultar la diversificación productiva con un amplio respaldo de la investigación pueden ser unas buenas ocupaciones.

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