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Violencia de género en Euskal Herria

Ruido, mucho ruido

Ramón SOLA

Es sólo una sensación personal, y por tanto intransferible, pero el recorrido del esperado juicio por la muerte de Nagore Laffage no puede ser más desolador, y no sólo por la crudeza de los hechos.

Hay ruido, mucho ruido. Sobredosis de morbo absolutamente insano. Overbooking de curiosos movilizados sólo por el ocio. Exceso de cámaras y micrófonos sobre el desgarrador dolor de Asun Casasola y el resto de su familia. Demasiados ¿periodistas? que sólo buscan truculencias con las que llenar minutos de televisión-basura y páginas amarillentas. Demasiada obsesión por la imagen: que si el rostro del acusado, que si su último paseo por la calle, que si el cadáver mutilado...

Y también demasiadas escenificaciones absurdas, demasiadas autoridades haciendo el paseíllo ante la Audiencia -por cierto, ¿de qué se reían algunas?-, demasiados reproches absurdos y contradictorios -si los políticos van, se les critica porque van; y si no van, porque no han ido-... Demasiada hipocresía, y no sólo la evidente del Opus Dei - José Diego Yllanes trabajaba en su Clínica Universitaria, ¿y qué?-. Demasiadas frases acartonadas que se repiten como letanías -¿seguro que la misma etiqueta sirve para definir absolutamente todos los casos?-. Demasiada parafernalia callejera -¿alguien puede explicar contra quién se hacen todas estas concentraciones?-. Demasiado teatro, por no hablar de circo.

Nagore estrangulada duele, duele mucho. Estremece el calvario de su familias ante una muerte tan brutal e inexplicable. Y por eso mismo avergüenza más verla convertida en espectáculo mediático zafio, en zarandeo constante, en subasta política de casi todos, en símbolo de cómo no se afronta la violencia machista. Porque el juicio nunca podrá devolverle la vida, pero sí debería contribuir a que no haya más Nagores por el único camino po- sible: que no haya más Yllanes.

Para eso convendría empezar a quitar ruido y empezar a oír los hechos reales. Y en primer lugar, al verdugo. Qué le enseñaron en la escuela, en casa, en la televisión... Cómo se relacionaba con sus semejantes. Qué eran para él las mujeres. Qué salió a buscar aquel 6 de julio. Cómo veía a Nagore. Qué pasó por su cabeza en aquel piso. Por qué no entendió el significado de la palabra «no». Por qué se creyó superior a ella. Por qué la mató, en definitiva.

El resto, todo el resto, sobra.

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