Las gotas de lluvia de Elena Odriozola reciben el premio Euskadi a la ilustración
Los premios literarios Euskadi, en las modalidades de literatura en castellano, literatura infantil y juvenil y, por primera vez, en ilustración, recayeron en Luisa Etxenike, Ruben Ruiz y Elena Odriozola, respectivamente. El galardón «viene a reforzar una posición ya demostrada por los tres», según destacó el viceconsejero de cultura de Lakua, Antonio Rivera.
Ane ARRUTI | BILBO
«Es una interpretación valiente y arriesgada que nos permite reflexionar sobre la melancolía, con una sencillez y sutileza arrolladoras», destacó el jurado, presidido por Daniel Martín, sobre el premio literario en la modalidad de ilustración. La primera edición de esta nueva modalidad ha recaído en uno de nuestros nombres más conocidos: Elena Odriozola (Donostia, 1967).
La ilustradora, quien mostró su alegría por un premio que recibe «por un trabajo que me gusta», toma como base en el libro «Aplastamiento de las gotas» (Laberinto de las Artes) las líneas que el escritor Julio Cortázar dedica dentro de su obra «Historias de cronopios y famas» a la lluvia. «Como si fuera un eco, Elena recoge las palabras que el escritor dedicó a las gotas que caen mientras llueve para componer una nueva y sugerente historia llena de ternura y sugerencias en torno al amor entre dos seres tímidos y transparentes, con un alma que sólo la sensibilidad y elegancia del dibujo de Elena logran transmitir», prosiguió el presidente del jurado. «Nos ofrecieron tres textos y yo personalmente quería hacer éste. Lo supe desde el principio», confesó Odriozola ayer en Bilbo. «La editorial me hizo un regalo. Me dio un este texto y me dio total libertad; me dijeron: `haz lo que quieras'. He disfrutado mucho y creo que eso se refleja en el trabajo».
Odriozola estudió arte y decoración y empezó a trabajar en publicidad como maquetadora y directora artística. «Todo lo que aprendí allí me ha valido de mucho a la hora de interpretar los textos». Pero, «como si tubiera que ser así, como si no pudiera evitarlo», dio el salto a la ilustración. Desde entonces lleva ilustrados más de cincuenta libros y ha realizado numerosas exposiciones.
Otros de los aspectos que destacó el jurado en el trabajo de Odriozola fue que «las imágenes hablan por sí mismas y son un ejemplo de la débil frontera que separa estéticas para un lector infantil y adulto». Sin embargo, la donostiarra explicó que el público al que va dirigido no condiciona su trabajo: «Cuando estoy haciendo una ilustración no pienso si lo estoy haciendo para un niño o para un adulto. Es el texto quien te lleva a seguir un determinado camino. Siempre me dejo llevar. Al principio pienso qué hago yo con esto. Lo dejo estar y lo retomo. Te da un poco de miedo, pero empiezas y lo ves, sabes por dónde ir. Yo no veo tan clara esa frontera entre el público infantil y el adulto».
Además de la obra premiada, hubo otros cinco finalistas: Mariona Cabassa («Katiuska horiak»), Eider Eibar («Anekdotak»), Iraia Okina («Ilania»), Mikel Valverde («El pirata Pepe y los animales») y la misma Elena Odriozola por «Un secreto del bosque».
Un peculiar diario
En el caso de la modalidad de literatura infantil y juvenil, cuatro fueron las obras que llegaron hasta el final: «Amilami» (Elkar), de Juan Kruz Igerabide; «Leonardoren hegoak» (Ibaizabal), de Fernando Morillo; «Nikoleta eta gaua» (Elkar), de Eider Rodriguez; y, la que finalmente resultó ganadora, «Anekdotak» (Pamiela), de Ruben Ruiz (Gasteiz, 1973). «Si bien dos niñas, Ane, de Ruben Ruiz, y Amilami, de Juan Kruz Igerabide, han llegado hasta el último momento, al final han prevalecido las preciosas reflexiones acerca de la vida y la lengua en boca de Ane», destacó el jurado.
Ruiz reúne una treintena de historias, pequeñas anécdotas que Ane, la protagonista del libro de ocho años, escribe en su peculiar diario. «Lo que hace es un diario un poco especial, porque no tienen fecha concreta y se puede leer cada anécdota indistintamente. No hay que seguir un orden predeterminado, cada uno puede hacer el suyo propio. Todas las anécdotas empiezan con la palabra `ayer' y el último párrafo empieza con la palabra `hoy'», explicó.
El escritor definió la intencionalidad de su libro como el bote de un balón de rugby: «Se juega un poco con la sorpresa. Todos sabemos o podemos intuir cómo bota un balón de fútbol o una pelota de mano pero, con un balón de rugby, intuir por dónde irá nos va a costar algo más. Yo he intentado que los lectores tuvieran esa incertidumbre, que no supieran por dónde les iba a sorprender».
La obra fue presentada bajo el seudónimo de «Abaraska» (panal) en el concurso literario Lizardi de Zarautz. «Creo que esa metáfora recoge muy bien el libro, porque son como 31 celditas, cada una con su propio toque», expresó el autor.
Profesor de profesión y coordinador de la revista de literatura infantil y juvenil «Behinola», relató que «el escritor tiene que ser un espía de la vida y para realizar este libro he tomado esa actitud. Anécdotas de cualquier hipermercado, detalles que comentan los críos en la escuela donde trabajo... siempre hay algo que te puede inspirar para escribir».
La muerte de un escolta
La escritora Luisa Etxenike (Donostia, 1957) recibió el premio Euskadi en la modalidad de literatura en castellano por su novela «El ángulo ciego» (Bruguera). «La lograda conjunción de dos planos narrativos, el del deseo y el de la realidad, articulada a través de una prosa poética introspectiva y una difícil desnudez cargada de fuerza, ritmo y profundidad», fueron los valores literarios que quiso recalcar el jurado presidido por Juan Bas. En opinión del jurado, supone «una serena reflexión y denuncia, desde el punto de vista de las víctimas, de la violencia irracional terrorista y de sus consecuencias».
Etxenike señaló que lo que ha pretendido es «reflejar los pensamientos, las emociones y sentimientos de los personajes en el instante en que están en su momento más alto de expresividad». El protagonista es un joven, hijo de un escolta de un político vasco contra el que se perpetra un atentado. En el acto muere el escolta. «La novela se sitúa en los momentos que siguen al entierro», detalló la autora.
El título, «El ángulo ciego», es «la metáfora de ese sitio que no se ve y que, por tanto, es un lugar inaccesible además de inatacable», explicó Etxenike. «Empieza con la idea de que huérfano y náufrago se parecen mucho y, para este joven, la orfandad es un naufragio», añadió. Entre los finalistas se encontraban también «Elementos», de María Luisa Balda, y «Propuesta imposible» de Javier Sáez de Ibarra.
«Cuando estoy haciendo una ilustración no pienso si lo estoy haciendo para un niño o para un adulto. Es el texto quien te lleva a seguir un determinado camino», explicó Elena Odriozola.
Cada modalidad del premio está dotado de 18.000 euros y 4.000 euros más si la obra premiada se publica en otra lengua. La entrega se realizará el 24 de noviembre.
«Todos sabemos o podemos intuir cómo bota un balón de fútbol o una pelota de mano, pero, con un balón de rugby, intuir por dónde irá nos va a costar algo más», comentó Ruiz para explicar las sorpresas de su libro.
El protagonista de «El ángulo ciego» es el hijo de un escolta que muere en un atentado. El título es «la metáfora de ese sitio que no se ve y que, por tanto, es un lugar inaccesible, además de inatacable», señaló Luisa Etxenike.