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Raimundo Fitero

De peluche y rizo

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Me gustaría pasar a la historia vestido de peluche y rizo, con bajos de goma espuma y ojos de silicona tratada. Algunos de los cientos de miles de dibujos que entretienen a los más pequeños, tienen más influencia en la educación de los niños que las tablas de multiplicar o las clases de geografía. No digamos si se trata de títeres, o muñecos articulados manipulados por actores, entonces la empatía entre el ser activo y el niño alcanza cuotas de experimento continuado elevado a categoría de adoctrinamiento. Si Epi manda comer lechuga, no hay ni un lloro en la mesa.

El poder de estos seres de peluche y rizo, de colores extravagantes, de movimientos limitados, pero de expresión abierta, es grande, sutil y muy eficaz. No es un abuso de poder, es una convicción contrastada, una vinculación emotiva, sentimental, que huye del dictado, para enseñar en la ejemplaridad de la acción. Por decirlo de algún modo, Los Lunnis, Epi y Blas, Pocoyo, y otros muchos más, van tejiendo el imaginario de los pequeños e instalando unas nociones de convivencia, de resolución de los problemas, de acercamiento a lo cotidiano que configuran una manera de estar, una manera de enfocar el entendimiento del mundo, es decir, los primeros apuntes para establecer los principios básicos de lo que podríamos denominar en su desarrollo una cultura o una ideología.

Esos seres de peluche y rizo, sus análogos dibujados en dos dimensiones, los que se hacen de manera figurativa o de fábula, se van instalando en la cabecita de los niños, se mutan en otras formas conforme avanzan en edad y se convierten en seres más reales para muchos que los muñecos aparentemente de carne y hueso que pueblan los noticiarios televisivos, que habitan en escaños vacíos, que hablan de manera seca ante las cámaras y los micrófonos como si fueran zombis que repiten letanías sin sintaxis. Recomiendo madrugar los fines de semana, enchufar el electrodoméstico esencial y dejarse llevar por los programas infantiles, como una manera de desintoxicación. No hablan de fútbol ni de la crisis, no salen políticos ni famosos, plantean asuntos de interés general y son muy divertidos.

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