Gloria Rekarte ex presa política
Scanner
La chica del anuncio, no podía ser de otra manera, es muy mona, muy grácil y muy estilizada. La chica del anuncio se muestra sonriente, divertida. Está encantada. Esta vestida y desvestida. No se ofende, ni pone reparos. El anuncio salta, o asalta, desde los intermedios de las películas en la tele, desde los rincones de varias webs. Es un scanner para el móvil. Gratuito, además; que nadie se prive. Un scanner para ir desvistiendo chicas monas. O menos monas. O chicos monos. O señoras de edad. O niñas y niños. Lo mismo da si aceptan o no; si les gusta o les indigna, les insulta, les agravia. Bueh, tonterías. Ya se ve en el anuncio que la chica está encantada.
Ignoro si el tal scanner es lo que dicen que es y si sus portentosos efectos permiten desvestir tal como lo cuenta la publicidad. Si permite atisbar las blondas de la ropa interior o sólo la desviación de cadera, el modelo de gallumbos o la hipófisis. Tanto da; de cualquier modo ahí está la invitación a avasallar la intimidad, a acceder más allá de lo que quieran permitirnos, la posibilidad de pasar por encima de la voluntad de cualquiera para el gusto propio: sea el morbo o la burla. O el lado más sucio de un pederasta. Tras la aparente gratuidad está, por supuesto, el beneficio económico, que es lo que cuenta. Mañana, cuando otra mujer sea agredida, pasado mañana, cuando otra sea violada, quizás asesinada porque cuando dijeron «no» no les escucharon, correremos todos a la concentración. Y a sujetar la pancarta. Y si el violador, el asesino, es «de buena familia» -sólo en este caso, claro- oiremos eso de que a «un chico tan normal... algo le tuvo que pasar en la cabeza». Sí: la normalidad que vende y alimenta la sociedad en la que vivimos.