Discurso sobre el Estado de la Nación del presidente ruso
Medvedev cuestiona el legado de Putin y plantea la modernización de Rusia
En su discurso a la nación, Dmitri Medvedev volvió a morder la mano de quien le llevó en volandas al Kremlin, el hoy primer ministro Vladimir Putin, dibujando un oscuro cuadro de la situación de Rusia, principalmente de la económica, y proponiendo su «modernización».
Dabid LAZKANOITURBURU
El inquilino del Kremlin, Dmitri Medvedev, renovó su apuesta por una profunda modernización de Rusia, sobre todo en el ámbito económico, y evocó más tímidamente la necesidad de reformar el sistema político.
En su segundo discurso sobre el Estado de la Nación, el presidente ruso reiteró las líneas maestras de su legislatura, avanzadas públicamente en setiembre, aunque lo hizo en un tono más conciliador. Ello no evitó que los analistas volvieran a colegir que Medvedev insiste en tratar de desmarcarse de su todopoderoso promotor, el hoy primer ministro, Vladimir Putin.
«En el siglo XXI, nuestro país tiene necesidad de modernizarse de arriba abajo. Y será la primera vez en nuestra historia que esto se hará con base en los valores y las instituciones de la democracia», declaró solemne.
Esta apelación a la democracia fue interpretada como un nuevo gesto del líder ruso hacia los débiles movimientos de oposición liberal rusa, vigilados -cuando no reprimidos- muy de cerca por el poder.
Logros del pasado soviético
En su alocución en el Gran Palacio del Kremlin, Medvedev reconoció implícitamente, por contra, que pocas han sido las realizaciones efectivas realizadas por la Rusia posterior al derrumbe soviético. «El prestigio de la patria y el bienestar nacional no pueden basarse indefinidamente en los logros del pasado», señaló en referencia a la URSS, de la que Rusia heredó desde la industria del gas y petróleo hasta las tecnologías espaciales y las armas nucleares.
«No hemos conseguido abandonar la estructura primitiva de nuestra economía, la humillante dependencia de las materias primas, y no hemos reorientado la producción para atender las necesidades reales de la gente», insistió, responsabilizando al carácter rentista de la economía rusa, «vergonzosamente poco competitiva» del impacto brutal de la actual crisis global. Medvedev insistió en que «en vez de una economía basada en las materias primas, vamos a crear una economía que produzca tecnologías útiles a la gente».
Contra los emporios estatales
El delfín de Putin no dudó en arremeter contra las corporaciones públicas rusas, que medraron bajo las dos presidencias de su antecesor, y exigió la liquidación o transformación en sociedades por acciones de estos gigantes «inviables y sin futuro».
Concretó que sólo las corporaciones competitivas deberían seguir siendo controladas por el Estado, y apostó por transferir el resto a la inversión privada.
Actualmente, en Rusia, operan siete grandes corporaciones de este tipo, y reagrupan cada una de ellas una miríada de sociedades, públicas o privadas, en sectores como las nanotecnologías (Rosnano), la energía nuclear (Rosatom) o las finanzas (Vnechekonombank, VEB).
Estos gigantes están desde hace meses en el punto de mira del inquilino del Kremlin, que encargó una auditoría de las mismas en agosto y señaló contundente el mes pasado que las autoridades habían perdido «el control sobre sus creaciones».
El procurador general de Rusia, Yuri Tchaika, ha abierto 22 expedientes contra empresas ligadas a estos conglomerados por haber malversado fondos suministrados por el Estado.
Muchos analistas coinciden en que la estructura opaca de estas entidades ha permitido a personas del entorno de Putin, como Sergei Tchemezov -patrón de Rosteknologii, un mastodonte que concentra 400 empresas de varios sectores, desde el armamento al automóvil-, actuar sin rendir cuentas.
Los conglomerados son «los bebés de Putin, en los que se han inyectado inmensas sumas de dinero», señala el experto Alexandre Konovalov, quien añade que «la declaración según la cuál van a ser de una u otra forma cerradas pronto es un ataque a la estabilidad financiera del clan Putin».
En el ámbito político, Medvedev prometió una renovación y perfeccionamiento «mediante la libre competencia de formaciones políticas abiertas» y se comprometió a realizar cambios en la legislación electoral, en un contexto de crecientes críticas a la transparencia de las recientes elecciones locales. Advirtió, eso sí, de que considera que las instituciones democráticas rusas «ya han sido creadas y son estables», aunque reconoció que su calidad «está lejos de la ideal».
«¡Adelante, Rusia!»
El presidente ruso publicó el 10 de setiembre un artículo en el diario liberal «Gazeta Ru» en el que, bajo el título de «¡Adelante, Rusia!», realizaba una virulenta crítica del estado del país, «atrasado y corrompido», con una economía «primitiva» y una democracia «débil», en una poco velada crítica a Putin.
En su discurso de ayer, Medvedev reiteró aquellas tesis aunque no se olvidó de dorar, por momentos, sus críticas, dando un aprobado al Ejecutivo de Putin y su gestión de la crisis, aunque instándole a tomar «medidas complementarias».
Por contra, y pese a apelar a la lucha «por todos los medios» contra la corrupción policial y judicial, advirtió de que la solución «no puede llegar únicamente de la mano de detenciones», frente a un primer ministro que apuesta por la represión en esta materia.
Eso sí, Medvedev no se salió del guión duro de su predecesor en materia «antiterrorista» y reiteró el objetivo de «exterminar a los bandidos», término con el que el Kremlin designa a la guerrilla caucásica y advirtió de que «reforzar la democracia no significa debilitar el orden público». Al contrario, prometió «segar todo intento de desestabilizar el Estado» e insistió, ya en materia internacional, que «desde luego, Rusia estará bien armada. Lo suficiente como para que a nadie se le pase por la cabeza amenazarnos o amenazar a nuestros aliados».
Mientras la prensa liberal auguraba más «retoques cosméticos» que cambios radicales, expertos como Alexandre Konova- lov, del Instituto de Evaluaciones Estratégicas, destacaban que Medvedev, escasamente popular e influyente, «busca convertirse en un político más independiente (....) y salir de la sombra de su predecesor».
Medvedev: sugirió la creación de un Silicon Valley ruso y la puesta en marcha, para 2014, de un motor de propulsión nuclear para vuelos espaciales a otros planetas. Su plan propone el liderazgo en energía, la puesta al día informática y llegar, para 2020, a producir más del 50% de las medicinas que se consumen en Rusia.
Según distintos sondeos, entre un 14% y un 36% de los rusos escuchó el discurso, lo que da una idea de la apatía del electorado, equiparable a la existente en Occidente en torno a este tipo de alocuciones solemnes.
Medvedev sugirió reducir la cifra de husos horarios en Rusia -once en total desde Kaliningrado hasta la península de Kamtchatka- y se interrogó sobre la utilidad de los cambios de hora en verano e invierno.
«Evidentemente, habrá que sopesar las consecuencias», matizó. Las diferencias horarias ilustran la inmensidad de Rusia pero complican la coordinación entre los dos extremos del país, como recordó recientemente un diputado del Extremo Oriente ruso.
Rusia sigue el modelo europeo de cambiar la hora dos veces al año.GARA