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CRÓNICA I Matanza en la UCA

El paso del tiempo no ha podido borrar el legado de Ellacuría

Hoy se cumplen 20 años desde que el jesuita vasco Ignacio Ellacuría muriera por disparos de la Fuerza Armada salvadoreña. Sin embargo, el paso del tiempo no ha borrado la huella dejada por un hombre que defendió hasta la muerte la liberación de los pobres frente a la oligarquía y los militares.

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Ruben PASCUAL I

Citar el nombre de Ignacio Ellacuría (nacido en 1930) es citar un compromiso y la determinación de llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Durante toda su vida, este portugalujo defendió la prioridad de liberar a los pobres frente al poder ejercido por los oligarcas y militares.

Era la madrugada del 16 de noviembre de 1989 en San Salvador. Un destacamento de soldados salvadoreños pertenecientes al batallón Atlacatl entró en Universidad Centroamericana (UCA) con la intención de matar a los jesuitas Ignacio Ellacuría, Segundo Montes e Ignacio Martín-Baro.

Las órdenes indicaban que no podían quedar testigos por lo que, además, fueron ejecutados tres sacerdotes -Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López-, la trabajadora de la Universidad Julia Elba y su hija de quince años, Celina Ramos.

En este caso, la caprichosa historia volvió a demostrar que las voces de quienes son acallados resuenan con aún más fuerza cuando se los convierte en mártires. Es por ello que, dos décadas después, la denuncia de la situación que vive el pueblo latinoamericano realizada por Ellacuría continúa latente y sin haber perdido ni un ápice de vigencia.

Sin embargo, el legado de Ignacio Ellacuría comenzó a labrarse muchos años atrás.

Nacido en Portugalete (1930), contaba con apenas 18 años cuando llegó por primera vez a ejercer de voluntario en el nuevo Noviciado de San Salvador. Tras haber cursado estudios de Humanidades y Teología en Quito (Ecuador) e Innsbruck (Austria), realizó el doctorado en Filosofía en Madrid.

En 1967 regresó a El Salvador, donde trabajó con intensidad en la Universidad Centroamericana, de la que fue rector desde 1979 hasta el momento de su muerte, en 1989, a la edad de 59 años.

El portugalujo denunció desde la UCA las condiciones de explotación y de miseria de la mayoría campesina del país, compromiso en el que coincidió con el arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, a quien abatieron a balazos mientras oficiaba una misa en 1980.

Durante su estancia en el país centroamericano, Ellacuría denunció con valentía la situación del país.

Cuando en 1980 comenzó la larga guerra civil, con un continuo enfrentamiento entre el FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional) y el Gobierno, medió en pro de la paz y la convivencia, defendiendo la liberación del pueblo y de las mayorías populares.

Esta actitud, precisamente, le supuso la enemistad de algunos sectores financieros, políticos y militares que le amenazaron con insistencia para acallar su voz.

La muerte de Ellacuría y sus compañeros ya había sido anunciada. Miembros de las Fuerzas Armadas habían calificado la UCA como un «refugio de subversivos» y el portugalujo, por su empeño en solucionar el conflicto mediante la negociación, se había convertido en uno de los objetivos más deseados por los militares.

Por las muertes fueron juzgados en El Salvador varios militares, pero sólo dos fueron condenados en 1991. Poco tiempo después, en 1993, quedaron el libertad, gracias a la ley de amnistía aprobada por el Parlamento.

Las peticiones de reabrir el caso en El Salvador no han prosperado. A finales de 2008, dos organizaciones de derechos humanos -acogiéndose al principio de ley universal para los crímenes de lesa humanidad- denunciaron en la Audiencia Nacional española al ex presidente Alfredo Cristiani y catorce miembros de su Ejército por su presunta implicación en la matanza de la UCA. La querella está siendo estudiada actualmente.

Homenaje

Coincidiendo con el vigésimo aniversario de la muerte de Ellacuría, durante todo el mes de noviembre se están celebrando multitud de actos en Bizkaia, como exposiciones, charlas o conciertos.

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