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Rouco afianza su yugo sobre la Iglesia vasca situando a Munilla en Donostia

Antonio María Rouco Varela ha ganado la partida y hoy, según diversas fuentes, la Santa Sede hará público el nombramiento de José Ignacio Munilla como nuevo obispo de Donostia. De poco han servido las gestiones de meses de Juan María Uriarte en Roma, con el cardenal ezpeletarra Roger Etchegaray de por medio. El retorno del zumarragarra, por anunciada, no va a dejar de provocar un terremoto de dimensiones aún no calibradas en el seno de la Iglesia vasca.

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Agustín GOIKOETXEA |

Los rumores del inminente nombramiento del que ha sido durante tres años obispo de Palencia se vienen repitiendo en las últimas semanas y, según diversas fuentes, hoy el Vaticano informará de lo que es un secreto a voces: el retorno del que fue párroco de la iglesia del Salvador, en Zumarraga, como prelado de Donostia. Desde la diócesis, ayer no se confirmaron los insistentes rumores que llegan desde Roma y Madrid.

Cuando marchó a tierras palentinas, ya se avanzó que era el candidato ideal para los nuevos aires que la Santa Sede pretende insuflar a la Iglesia vasca. A raíz de la renuncia de Juan María Uriarte a la diócesis al cumplir 75 años -el 7 de junio de 2008-, su nombre se situó por encima de otra decena de candidatos como el actual prelado de Gasteiz, Miguel Asurmendi.

La llegada del otoño despejó el horizonte, en el que tan sólo quedó la candidatura de Munilla. Han sido meses en que Uriarte ha movido Roma con Santiago -nunca mejor dicho- para que la curia vaticana optase por un relevo que contentase a la comunidad diocesana guipuzcoana. En el pulso virtual entre el todavía obispo de Donostia y el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, ha vencido el cardenal madrileño.

Una de las «últimas cartas» del fruiztarra, según ha podido saber GARA, fue el cardenal Roger Etchegaray, natural de Ezpeleta, aunque de nada ha servido. Tampoco las misivas de numerosas comunidades parroquiales de Gipuzkoa a Roma, en las que se reclamaba que se atendiesen las opiniones de los catálicos guipuzcoanos. A pesar de que los párrocos no sintonizan con el nuevo prelado, de 48 años, varios curas jóvenes, ordenados en el Seminario de Toledo como Munilla, servirán de guardia de corps al considerado por sectores reaccionarios y españolistas como el ideal para «meter en cintura» al clero vasco.

Tras la experiencia del nombramiento de Mario Iceta Gavicagogeascoa como obispo auxiliar de Bilbo -en la que llegó a dimitir el secretario general del Consejo Pastoral, el máximo órgano laico en la diócesis, y la protesta pública de los cinco miembros de la Comisión Permanente del Consejo Presbiterio y nueve del Comité Ejecutivo del Consejo Pastoral Diocesano- hay quien aguarda una reacción similar. Esta hipótesis no se descarta y hay quien aventura que se hará pública cuando el nombramiento de la Santa Sede sea oficial; muchos siguen dudando de la elección de Munilla.

Para los sectores más progresistas de la Iglesia guipuzcoana, que han mantenido serios roces con Uriarte, estiman que la llegada del prelado de Zumarraga «puede ser un revulsivo«. «30 años de una línea -subraya un parróco- no se van de la noche a la mañana. Muchas personas mayores no volverán a la confesión individual y otros planteamientos preconciliares. La gente tiene una madurez en cuestiones relacionadas con la fe. Nuestras amonas tienen la cabeza mejor amueblada de lo que se piensa, sufren sí, por no poder decir sin molestar aquello que piensan».

«Orientación retrógada»

Entre las voces críticas se sitúa el jesuita José Ramón Scheifler Amezaga, quien desde su atalaya en Loyola Media considera que la orientación bíblica, teológica y eclesial de José Ignacio Munilla es «anticuada, retrógrada, involucionista con respecto al Concilio Vaticano II». Respaldando al clero y católicos guipuzcoanos que se sienten alarmados por la decisión de Roma, el miembro de la Compañía de Jesús repite la reflexión que hizo cuando Iceta fue designado obispo auxiliar de Bilbo.

«Se diría que a lo que aún queda en la auténtica Iglesia, Pueblo de Dios y Sacramento, manifestación sensible de Jesucristo, de su mensaje y de su gracia, a su parte más directamente activa, mejor informada, reciclada en la fe y organizada, conforme al Concilio Vaticano II, no se la tiene en cuenta, si no se la desprecia, a la hora de nombrar a sus pastores locales», manifiesta Scheifler.

Otros religiosos que no quieren identificarse estiman que la elección de Munilla se enmarca en la línea abierta por la Congregación vaticana para los Obispos de optar por candidatos «preconciliares, que imponen el principio de autoridad de siglos pasados, muy en la línea de los curas formados en Toledo. Viven en otra galaxia y van a conseguir que mucha más gente vea con recelo a la Iglesia».

Esa teoría es similar a la planteada por el periodista y jesuita Txema Auzmendi, que viene defendiendo que «el sacerdote debe ser uno más. El que se opte por el principio de autoridad nos aleja de otras gentes». Tampoco faltan los que vienen censurando que se haya politizado la sucesión de Uriarte, como el franciscano Iñaki Beristain.

Tras muchas de estas declaraciones ha llegado el silencio más absoluto, conscientes de que los tentáculos de Rouco alcanzan hasta cualquier recóndita pequeña iglesia. Entre los que siguen hablando se encuentra el escritor y profesor de la Universidad de Deusto Joxe Arregi, que descarta un movimiento de rebelión diocesana. «No hay fuerzas para ello», apostilla este franciscano, que augura que «la institución eclesiástica acabará pronto por ahogar todo movimiento de disidencia. Al menos a corto plazo, aunque a largo plazo -atisba-, este modelo está llamado a derrumbarse. De hecho, está fracasando estrepitosamente en nuestra cultura occidental europea».

Arregi califica a la Iglesia de «aparato anacrónico y antievangélico», aunque confiesa que «tiene todos los resortes del poder y, en este momento, es un bloque sin fisuras prácticamente en toda la Iglesia católica. Yo soy muy pesimista respecto de las posibilidades de un movimiento de resistencia eficaz. Lo que se dará más bien, por parte de los sujetos y grupos más abiertos y comprometidos de la Iglesia guipuzcoana, será -resalta apenado- la fuga, el desapego, el alejamiento por cansancio, impotencia y desaliento».

La llegada de Munilla a la diócesis de Donostia, incide este teólogo comprometido, «será un golpe definitivo para la convivencia plural dentro de la Iglesia guipuzcoana. Y los que perderán serán muchas cristianas y cristianos que lo han dado todo por hacer una Iglesia viva de Jesús en la sociedad actual». Para Joxe Arregi, la institución católica «se está convirtiendo en un fenómeno marginal y sectaria dentro de la sociedad moderna europea en general, y vasca en particular».

Párroco de Baiona prohíbe el altar a las niñas

François de Mesmay, párroco de la iglesia Saint André (la segunda más importante de Baiona), ha prohibido que las niñas asistan a los curas en los oficios que se celebran en el altar.

Hace más de treinta años que niños y niñas ayudan en las labores de monaguillo y la medida ha generado indignación entre las familias cuyas hijas participaban en los servicios litúrgicos, en especial en la denominada «misa de las familias».

El párroco, que niega que se trate de una medida sexista, argumenta que «la prioridad actual es reforzar la participación en la misa» y para ello propone un«rol específico a cada uno». «No prohibimos a las niñas que ayuden en el servicio pero reservamos los que se realizan en el altar, junto al oficiante, a los niños. Es en ese lugar donde se preparan las vocaciones eclesiásticas que necesita la Iglesia», manifiesta.

El sacerdote, que forma parte del equipo rejuvenecido de curas establecido por el obispo de Baiona, Marc Aillet, ha añadido que «los curas son hombres porque Cristo era un hombre pero el modelo de todo cristiano no debe ser el cura sino la santidad y eso es accesible tanto para los niños como para las niñas».

Aillet que tomó las riendas del Obispado hace un año y a quien se considera muy cercano a las tesis de Benito XVI y al ala más conservadora de la Iglesia, está acometiendo diversas reformas, como la de cambiar el horario de la misa en euskara a primera hora del domingo, lo que no ha gustado a los feligreses. A.M.

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