Estitxu Martínez de Guevara | Gasteizkoak
Fuera de Afganistán y el Índico
La amenaza talibán se ha convertido en una excusa perfecta para justificar la presencia militar en Afganistán, tanto como el pirateo en el Índico para introducir la presencia armada en los pesqueros occidentales
Para el próximo 28 de noviembre se han convocado movilizaciones contra la presencia de tropas españolas y de la OTAN en Afganistán, como punto de partida de una campaña coordinada a nivel estatal. Desde Gasteizkoak nos adherimos a la iniciativa, pero quisiéramos establecer unas similitudes con una cuestión más cercana que nos parece igual de rechazable. Estamos hablando, claro, del reciente conflicto en Somalia.
Nos oponemos a la presencia de tropas en Afganistán, porque creemos evidente que lo que ese país padece es una guerra y ocupación militar disfrazada de misión de paz humanitaria. Pero del mismo modo nos oponemos a la presencia de cualquier tipo de fuerza armada en los atuneros vascos presentes en el Índico, porque nos parece igual de evidente que lo que la zona está sufriendo es un atraco y expolio de su riqueza pesquera, y un uso incontrolado como vertedero de su costa, disfrazado todo ello de legítimo negocio pesquero de nuestros abnegados armadores.
Ni a la OTAN ni al gobierno español les importa realmente un bledo la situación del pueblo afgano; lo que realmente les mueve es hacerse con su riqueza petrolífera y controlar una estratégica zona de paso en las rutas del petróleo y el gas, fuentes de energía que los países enriquecidos han agotado ya en sus zonas y que ahora pretenden arrebatar al resto por la fuerza de las armas. Igualmente, ni a los armadores ni a las empresas pesqueras les importa un comino la suerte de la población somalí; lo que verdaderamente les interesa es controlar una zona marítima de paso y arrebatar de sus caladeros las riquezas pesqueras que los países enriquecidos han agotado por sobreexplotación en sus zonas.
Creemos que la amenaza talibán se ha convertido en una excusa perfecta para justificar la presencia militar en Afganistán, tanto como el pirateo en el Índico para introducir la presencia armada en los pesqueros occidentales. En ambos casos se trata de convertir a los otros en odiables enemigos contra los que actuar: su conversión en terroristas. Deberíamos preguntarnos qué piensan las poblaciones afgana y somalí de quienes en nombre de la democracia occidental les saquean caladeros, bombardean territorios y aterrorizan con el uso de la fuerza armada.
Encontramos mucha y preocupante similitud entre las corporaciones militares privadas que obtienen contratos milmillonarios en Afganistán con las empresas de seguridad privada que se van a lucrar (ya lo estaban haciendo) a bordo de los buques que están en el Índico.
Tan hipócrita nos resulta la actitud de los gobiernos que primero deslegitimaron las elecciones afganas y después han negociado con el gobierno resultante, como la de las instituciones españolas que tras descalificar e implicar al gobierno somalí en la organización del pirateo, han negociado con él la solución a la crisis. En ambos casos es evidente que subyacen nauseabundos intereses político-económicos, confesables o no.
Estos dos conflictos (como tantos otros que no aparecen en la agenda de los medios) responden a una misma mentalidad que atraviesa la mayor parte de injusticias que padece el mundo: la de quienes avalados por el poder del dinero (haciendo de él un Dios único, verdadero e impuesto) y respaldados por la fuerza de las armas o la amenaza de su uso, se sienten los amos del planeta (dueños de la única cultura aceptable e impositores de tan sacrosantos como falsos conceptos de democracia, igualdad, paz, justicia...) y están dispuestos a imponer su cultura a sangre y fuego para asegurarse su modo de vida, a costa de condenar a la infravida o a la muerte al resto de poblaciones y de acabar con el propio planeta.
Por todo ello hay que denunciar una vez más la ocupación y la guerra en Afganistán, pero denunciar al mismo tiempo la realidad del expolio de los barcos en el Índico. Que nadie se agarre a que estaban en aguas internacionales, porque ni los datos apuntan a eso, ni conocemos ningún órgano o institución internacional en el que Somalia (u otros muchos países empobrecidos) haya podido acordar en igualdad de condiciones con el resto dónde empiezan o terminan esas aguas internacionales.
Nos subleva que se sugiera que este caso es distinto porque se trata de barcos y armadores vascos, porque precisamente esa implicación tan cercana (al igual que nos sucede cuando el armamento que se utiliza en guerras lejanas es made in Euskadi) hace más necesario si cabe el denunciar sin titubeos la realidad que un trasnochado sentimentalismo patriotero trata de ocultar.
Exigimos que se abran espacios para el debate público desde donde interpelar a la clase política vasca por cerrar filas, casi unánimemente, a la petición de presencia armada (pública o privada, en definitiva es lo mismo) en los pesqueros vascos. ¡Cómo se les ve el plumero!: a quienes habitualmente reniegan del ejército español y ahora recurren a él, y a quienes ensalzan a la Audiencia Nacional, a sus jueces estrella y su justicia inquebrantable y ahora les reprochan su exceso de celo, la extralimitación de competencias, llegando incluso a pedir que incumplan sus propias leyes.
Finalmente, nos dirigimos a la población vasca con capacidad de análisis crítico sobre estas situaciones (mucha más gente de la que algunos quisieran) para animarle a que muestre su más enérgica repulsa y busque caminos para la denuncia y la acción. En esa dirección lanzamos una propuesta: una Plataforma vasca (descentralizada por herrialdes) para denunciar las situaciones señaladas en Afganistán y el Índico, que exija la retirada de todas las tropas y fuerzas de seguridad españolas y de la OTAN (públicas o privadas) y que reclame que, de haber algún tipo de intervención, sea para apoyar, sin contrapartidas, los procesos de reconstrucción civil que las propias poblaciones de esos países consideren oportunos. ¡Fuera ejércitos y policías de Afganistán y Somalia!