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«Fue una actividad insuperable de primera línea»

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Nil Bohigas | alpinista

El 3 de octubre de 1984 es una fecha histórica para el ochomilismo del Estado español. Hace justo 25 años, los catalanes Enric Lucas y Nil Bohigas abrieron una nueva vía en estilo alpino en la cara sur del Annapurna I. Un cuarto de siglo después, esta actividad, que supuso un salto cualitativo en el ochomilismo, sigue siendo la más importante escalada en nuestro entorno.

Andoni ARABAOLAZA

A pesar de que hayan transcurrido nada más y nada menos que 25 años, la actividad de Lucas y Bohigas en la cara sur del Annapurna I todavía nos deja perplejos. Con motivo de esta fecha, son varios los reconocimientos que se les están realizando a los alpinistas catalanes. Uno de ellos se llevó a cabo la semana pasada en el Festival Caixa Sabadell de Cine de Montaña de Torelló. GARA también ha aprovechado esta conmemoración para hablar de dicha actividad con uno de sus protagonistas, Nil Bohigas.

No está nada mal que se les siga reconociendo, tal y como ha ocurrido en este Festival de Torelló. ¿Cómo lo han acogido ?

No es algo que se desee. Tanto Enric como yo estamos en una fase que no lo necesitamos. Pero, cómo no, lo agradecemos; y es que es una actividad que se realizó hace 25 años.

Un cuarto de siglo después, ¿sigue sintiendo algún tipo de nostalgia?

Sí, claro. Estos días hemos digitalizado todas las imágenes de la actividad, y da gusto. Antes tenía sólo una selección, pero no la totalidad. Son casi 500 imágenes. Muchas hacía tiempo que no las veía.

Hablando de dichas imágenes, ¿qué flashes o titulares principales sacaría de ellas?

Viendo las imágenes es como volver al pasado, pero con la realidad de que ésta es una actividad insuperable de primera línea. La clave está en el plantea- miento. Éramos jóvenes, fue como ir por la vida tan tranquilos para realizar un proyecto increíblemente complejo, difícil y espectacular al 100%.

Ir dos personas hace 25 años a una pared de este tipo, sin información, sólo con unas imágenes de la pared y plantearte una ascensión de estas características es simplemente espectacular. Ahora eso no existe. Teníamos pocos recursos y llevábamos el material de la época. Salimos de Barcelona en tren hasta Roma y luego en avión hasta Katmandú. Y sólo contratamos a 12 porteadores. Todo esto te choca.

Era una época en que salías de aquí y casi ya estabas incomunicado. Desde que llegamos a Nepal hasta nuestra vuelta no hubo nada de información. Lo que mandábamos era por telex. No había parte del tiempo, ni teléfonos... fue de una autenticidad totalmente apabullante.

Con el paso del tiempo, como con otras actividades, la suya se valora ahora desde otra perspectiva, seguramente con el verdadero valor que tiene. ¿En 1984 eran conscientes de lo que habían hecho?

El transfondo es total; no fuimos conscientes de nada. Es como la actividad de Irvine y Mallory en el Everest, pero tradu- ciéndolo a esa época. Hay que tener en cuenta que ha cambiado todo: el material, la mentalidad...

Todo esto no está documentado, es un espacio oscuro. El que sabe algo de esta actividad es el que leyó en su tiempo. Ahora me preguntan sobre la dificultad del muro y les digo que no es comparable. No se puede hacer un croquis y poner unos números, ya que antes las cotaciones eran cerradas.

No fuimos conscientes porque éramos irreverentes. En el 84 ir dos personas, en estilo alpino, a esa pared, con sólo 200 kilos de material... Eso es sintomático de que venían cambios. Esa mentalidad de hace 25 años no ha continuado.

Su compañero Enric tenía 23 años y usted 26, y, a pesar de ser tan jóvenes y apenas experiencia en en los ochomiles, se atrevieron con una pared como la sur del Annapurna. ¿Fue fruto de la loca juventud?

Éramos personas que tenían inquietudes y que veníamos de la montaña y luego de la escalada. Tuvimos opción de ir al Himalaya sin apenas dinero. Enric, por ejemplo, pasó años pagando el crédito. Fuimos por ilusión, con un patrocinio nada destacado y con cuatro cosas más. El transfondo del planteamiento en increíble. Ahora lo ves y toma más valor. Hay muy pocas actividades realizadas con futuro; se pueden contar con los dedos de la mano.

En su tiempo se habló de una actividad que supuso un salto cualitativo en el ochomilismo.

Es una actividad única, y muy poco conocida aunque está descrita. Esto sólo lo ha visto la gente que se ha acercado a nuestras conferencias; sólo cuatro gatos. Está en la menoria de ellos y poca cosa más en las revistas. En cierta forma, se quedó en el olvido.

Hay especialistas que sí lo reconocen. Mira cómo son las cosas. Tras la actividad del Annapurna, seguí 4 meses más en Nepal sin medios ni dinero. Hice escaladas como la del Baruntse sin permiso, y los medios no lo recogieron porque, claro está, escalé en esas condiciones. Luego sí se reconoció. Pasó lo mismo con el Cho-Polu, una primera mundial. Lo anotó Elisabeth Hawley, 20 años más tarde subieron los suizos y no se creyeron mi escalada.

Tras acercarse a la base de la cara sur del Annapurna, ¿no les entró ganas de darse media vuelta?

Fuimos convencidos, con una mentalidad muy clara. Teníamos muy poca información de la pared. A pesar de todo queríamos un ochomil difícil. Nos ayudaron algo las fotos de los japoneses y nos decantamos por esta cara por ser difícil y vertical. Esto hoy en día es impensable.

Miramos el paredón a través del tele de la cámara de fotos, pero no nos ayudaba mucho. Decidimos sobre la marcha por dónde escalar. El permiso era de la cara sur del Annapurna; no definía nada más.

Además apostaron por el estilo alpino, un estilo que hoy en día está casi denostado en los ochomiles.

El estilo alpino es una ventaja si los componentes son hábiles y rápidos. En esa época coincidió la explosión de la escalada libre y la eficacia. Nosotros en aquella época ya escalábamos sin cuerda y muy fluidos por vías de dificultad alta. Escalábamos muy seguros, y adquirimos mucha habilidad y mucho compromiso. La clave del éxito fueron la velocidad y la eficacia.

Parece mentira, pero, 25 años después, estamos ante una actividad única. Es decir, sigue siendo la escalada más potente del actual panorama de nuestro alrededor. Ahora, en cambio, son muchos los que afirman que el ochomilismo ha ido para atrás. Messner, por ejemplo, señala que el ochomilismo está muerto.

Si hubiera seguido la línea de la época, el nivel hubiera sido más alto en general. Creo que ahora el nivel se ha restringido. Es una escalada más próxima.

No creo que hemos llegado al extremo de la afirmación de Messner. Eso sí, antes era una escalada menos segura. Hoy en día, a pesar de los adelantos en material y teconología, los montañeros apuestan por la seguridad y no tanto por el riesgo. No es que sea criticable; es lo que hay. Eso sí, seguirá habiendo excepciones o alpinistas que destaquen. También han cambiado las reglas.

Antxon Iturriza se hace con su segundo premio de periodismo de Torelló

El Festival de Cine de Montaña de Torelló cerró sus puertas tras diez exitosas jornadas plagadas de buen cine de montaña y propuestas de todos los colores. Un año más, ya ha cumplido 27 ediciones, los organizadores de este certamen pueden mostrarse más que contentos, ya que han sido miles las personas que se ha acercado y participado en las distintas ofertas que han realizado.

Aunque los filmes de montaña hayan sido los máximos protagonistas, en la crónica de los resultados del Festival de Torelló comenzamos por el Premio Caixa Sabadell de periodismo de montaña. Y empezamos con este apartado, ya que un compañero-colaborador de esta casa, Antxon Iturriza, se ha llevado el galardón del mejor artículo que lleva por título «Monte Perdido, la soledad del último bucardo» publicado en el dominical ZAZPIKA de GARA.

De esta forma, Iturriza cuenta ya con dos premios, y es que, en su primera edición del 2005, también se embolsó el primer premio con «El paisaje inmóvil. Invierno en los Pirineos»; un artículo que también se publicó en ZAZPIKA.

Pero como adelantábamos, las 27 películas seleccionadas a concurso han sido las protagonistas de esta última edición. El premio «gordo», el Gran Premio Vila de Torelló a la mejor película, ha sido para «Mount St. Elias», del director austriaco Gerald Salmina. El film explica la historia de tres alpinistas que intentan la ascensión y descenso de esa montaña de Alaska que cuenta con un desnivel de casi 5.500 metros, con 25 kilómetros y pendientes de hasta 65º.

Por otro lado, el mejor film de montaña se lo ha llevado «Expedition Manaslu», del alemán Carsten Maaz.

Aparte de estos y otros premiados, cabe destacar la importante afluencia de público en propuestas, entre otras, como el homenaje tributado al alpinista y cineasta Jean Afanassieff. O las charlas cafés con el también gran alpinista Louis Audoubert y los «reconocidos» Enric Lucas y Nil Bohigas. Una edición más, el Festival de Cinema de Muntanya ha dado en la diana.Andoni ARABAOLAZA

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