«Se nos piden explicaciones de lo que hemos escrito en un estado casi de trance»
La escritora catalana estudió Filología francesa y Lingüística y publicó su primer libro «No se sap mai» (Nunca se sabe) en 1997, con el que obtuvo el Premio Tigre Juan a la mejor novela publicada en el Estado español. Ahora presenta «La tormenta», una charla literaria convertida suspense.
Ane ARRUTI | BILBO
Recién aterrizada del avión, Imma Monsó nos hace un hueco para charlar sobre su última novela, «La tormenta» (RBA), en la que convierte una tertulia literaria en un pueblo del Pirineo catalán en una historia de suspense con un muerto de por medio.
Resulta difícil desvincular la ficción de la realidad cuando la protagonista del libro es una escritora catalana. ¿Ha querido reflejar sus preocupaciones en esta novela?
Había escrito antes un libro -«Un hombre de palabra»- que dio pie a la charla que tiene lugar en esta novela. Fue mi libro más autobiográfico, más personal y muy duro porque hablaba de la pérdida de mi compañero. Tenía ganas de tocar un registro más cómico. Me planteé una historia básicamente de intriga y al final es una escritora que da una conferencia. Inevitablemente aparecen cosas que han sido cosechadas estos dos años de continuas charlas con lectores. Especialmente las que se hacen en sitios pequeños. Son las que más me gustan porque en la gran ciudad todo es muy políticamente correcto, muy encorsetado. En cambio, en los pueblos hay más espontaneidad, más heterogeneidad.
Partiendo de esa charla en un pequeño pueblo, surge una novela de suspense.
La charla era un pretexto. La escritora va a un pueblo a dar la conferencia y en la carretera se encuentra a una ambulancia con un accidentado muerto, quien lleva un último sms de una persona que la escritora sabe que va a estar en la charla. Ahí se juega con que la escritora conoce un futuro de alguien que tiene delante pero que no sabe quién es, y que se lo puede decir o no decir. Finalmente, toma una decisión y fuera de lo que es esta tertulia es donde ocurre la intriga.
¿Se puede definir el libro como una novela de suspense o diría, más bien, que es una reflexión sobre la literatura y el papel que tiene el escritor en ella?
Diría que hay intriga pero, como en mis anteriores novelas, hay reflexión y sentido del humor que se manifiestan, sobre todo, en la parte de la tertulia. Pero hay algo que no suelo hacer. Es esa intriga de no saber lo que pasa hasta el final. Lo hice en la primera novela - «Nunca se sabe»-, me divertí mucho, y me ha apetecido retomarlo.
La protagonista del libro se siente «acosada» por un admirador. ¿Es algo habitual?
Esa relación extraña con un tipo bastante inquietante, que le escribe y que ella considera un desconocido, eso sí que es una cosa que a todos nos ha pasado, aunque no seas escritor o ni siquiera conocido. Incluso entre dos amigos de los que uno pide más o menos. Ella se deja atrapar por un exceso de amabilidad, por no saber decir que no y acaba yéndose de excursión con él, cuando no quería ni siquiera tomar un café. Ahí sí que hay una cierta metáfora de la relación con el lector, que presagia lo que después es la tertulia. Un intento de mantener a los lectores en ese estatus de desconocidos, que a veces no es posible porque les va cogiendo cariño.
Utilizas la metáfora de las matrioscas o las muñecas rusas. ¿Conviene mantener las distancias?
Ella habla del «monigote» como la máscara que se pone para hablar ante el público. Sin duda, todos necesitamos máscaras para funcionar por la vida. Por ejemplo, tras determinados libros, como fue el último que escribí, sin esa máscara yo no podría charlar con los lectores. Hubiera sido una conmoción continua. En cambio, a veces es el público quien viene a contar su catarsis. Se da un juego curioso. La matriosca más pequeña, que significaría el alma al descubierto, es el mismo texto, el texto puro. Cuando escribes estás en un estado casi de trance. Ante el lector es otro estado totalmente diferente. Al escritor se le piden explicaciones de lo que ha escrito en un estado donde el subconsciente pesa muchísimo y no tiene por qué poder explicar todo. Yo siento que tengo la misma relación con la novela de la que pueden tener mis lectores. A veces encuentran cosas que tú ni siquiera sabías. Es una relación muy interesante.
¿Son necesarios los dos tipos de relaciones?
El libro debería explicarse por sí solo pero hay unas circunstancias que nos ponen en ese mundo. Lo haces por tu editor, luego por la gente que vas conociendo, los lectores... Pone al escritor en una situación diferente, a veces incómoda, que tiene que gestionar de alguna manera. Son dos cosas muy distintas, escribir y hablar en público. Más que distintas, contrapuestas.
Escribe en catalán y usted misma traduce sus novelas al castellano.
Podría escribir en castellano pero no quiero. El catalán es mi lengua materna y es la que prefiero para la ficción. La versión en castellano es mía, es una traducción pero es más una versión. Hay cosas que me importan mucho, la sonoridad, el ritmo... y, por ello, los últimos libros los he traducido yo.
«Podría escribir en castellano pero no quiero. El catalán es mi lengua materna y es la que prefiero para la ficción. La versión en castellano es mía, es una traducción pero es más una versión»
«Todos necesitamos máscaras para funcionar por la vida. Por ejemplo, tras mi último libro, sin esa máscara no podría charlar con los lectores. Hubiera sido una conmoción continua»