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Imanol Intziarte Periodista

Lo llaman boda, pero es extorsión

Estoy realmente preocupado. A mis manos ha llegado un sobre. Me hallaría más tranquilo si supiera que contiene polvos de ántrax. Pero no. El que tengo aquí es de color violeta con olor a lavanda. ¿O es de color lavanda con olor a violetas? Yo qué sé, dejémoslo en que es morado claro y huele a flores. Lo abro con cautela, como si fuera a estallar en cualquier momento. En su interior, una tarjeta de cartulina de la misma tonalidad. Con letras doradas, me anuncian que estoy invitado a un «enlace matrimonial». Mis piernas tiemblan. «La ceremonia se celebrará en...» y posteriormente «almuerzo en el restaurante...». ¿Pero este no es uno que aparece con estrellas en la Guía Michelin? Y no se cortan un pelo. En la parte de abajo, veinte dígitos. Me temo que no es ningún número de teléfono, ni las coordenadas para localizar el establecimiento hostelero de marras mediante el GPS. Acertaron. Como se suele decir, tengo boda.

Lo primero que se me pasa por la cabeza es decirles que «no puedo ir porque ando escaso de pasta», arriesgándome a que me consideren o un avaro o un pobretón, en estos tiempos en los que lo importante no es ser, sino parecer... millonario. La respuesta será algo así: «Nosotros no te pedimos nada, te invitamos porque queremos que vengas y bla, bla, bla...». Y en mi fuero interno sabré que es mentira, que lo que quieren es financiarse a mi cuenta y a la del resto de invitados una orgía gastronómica en ese chiringuito sólo al alcance de ricachones y, de paso, ese espectacular viaje a Tailandia con todo incluido. Porque hacer la comida en un restaurante más asequible e ir de viaje a Canarias no es cool. Pues si no os llega os jodéis y os amoldáis a vuestro presupuesto.

En resumen, que estoy hasta el arco del triunfo de hacer el paripé, de soltar por la cara un dineral que no me sobra y que, de sobrarme, me lo gastaría en otras cosas. Así que voy a llamar a los que se casan y se lo voy a decir a la cara. Así, de paso, me ahorro que me miren de refilón por ser el único que no viste de traje y corbata. Que ésa es otra.

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