El presidente de la corporación estatal RTVE influye en mi vida profesional y ciudadana. De sus decisiones dependen algunos de mis artículos y algunos de mis disgustos como contribuyente, más a partir de ahora en el que no va a existir financiación por publicidad. Por lo tanto no se puede ser tan superficial porque no es un cargo de adorno, baladí, ni su único gran mérito puede quedarse en «ser un hombre de consenso». Hay algún gato encerrado, alguna maniobra orquestada desde la oscuridad, pero en la parte visible, su toma de posesión no puede ser más patética: autoridades varias y también estaban sus nietas. Las nietas de dictadores, políticos o artistas forman parte de nuestro imaginario reciente, por lo que uno piensa que es un muy mal comienzo.

Las personas que me rodean se encuentran en la misma encrucijada y desconcierto me preguntan incesantemente por los motivos de este extraño nombramiento. No soy capaz de encontrar un buen argumentario. Simples suposiciones. Pero me rodeo con profesionales del ente, y me transmiten desasosiego, incertidumbre, desmoralización y no comprenden tampoco las razones. El gobierno, la oposición, no han ofrecido ningún argumento suficiente, es como si hubieran encontrado el ideal: alguien que no va a hacer nada, o lo que le manden sin angustias, pero nos va a entretener a los que miramos de reojo al electrodoméstico esencial. Y ahí se equivocan. Y mucho.

Algunas posibilidades que surgen del pesimismo y la intuición. Quieren desmontar el ente, colocar a las dos cadenas públicas estatales en mínimos de audiencia, convertirlas en marginales, puramente instrumentales de la publicidad gubernamental, rebajar por ello la dotación económica pública y mandar muchos más trabajadores a la calle y de esa manera engordar a las privadas, es decir a los berlusconis de turno. Puede existir la opción de privatizar una de las dos. En cualquier caso desmontar el tinglado actual, y un hombre con ochenta y un años, lo hace y no peligra su futuro profesional que pasará siempre por estar con sus nietas o biznietas. De todas las maneras este asunto sigue oliendo mal, muy mal. Estos consensos son siempre sospechosos.