El «ciudadano» Mujica consigue una clara victoria en Uruguay
Hasta el domingo pasado, un jefe de Estado de Uruguay debía tener un título universitario, llevar corbata y hablar al estilo de las clases altas. Sin embargo, el nuevo presidente uruguayo será un campesino con pasado guerrillero, poco amigo de las etiquetas y fiel al idioma de los sectores populares. Tras la amplia victoria del Frente Amplio en esta segunda vuelta, el doctor Tabaré Vázquez cederá la presidencia del país al ciudadano Mujica.
Sergio LABAYEN | MONTEVIDEO
El triunfo del Frente Amplio fue claro, con un 52,2% de los votos frente al 42,3% del Partido Nacional. En comparación con la primera vuelta, la fórmula progresista logró subir sus apoyos en tres puntos, mientras que el candidato conservador perdió ocho respecto a la suma obtenida por blancos, colorados e independientes. Así, Mujica logró superar incluso el histórico 50,5% logrado por Tabaré Vázquez hace cinco años.
Luis Alberto Lacalle reconoció su derrota y viró el tono de su mensaje hacia un terreno conciliador. «Mujica será nuestro presidente -señaló-. Si no lo entendemos así, no estaremos contribuyendo al concepto de un solo país». Por su parte, el cabeza de lista del FA también tuvo un reconocimiento para sus rivales, señalando que no hay «ni vencidos ni vencedores, apenas elegimos un gobierno, que no es dueño de la verdad, que precisa de todos (...) Si en algún momento mi temperamento de combatiente me hizo llevar la lengua demasiado lejos, pido perdón por la ofensa y mañana andaremos juntos», añadió en tono conciliador.
Mujica atribuyó su victoria a los logros del gobierno saliente, subrayando también que «nos podremos equivocar, pero no le vamos a dar la espalda a los problemas». «Hay de aquellos que se creen que el poder está arriba, y no se dan cuenta que está en el corazón de las grandes masas», continuó. «Me costó una vida, tal vez, aprenderlo».
El nuevo gobierno uruguayo se asentará sobre el mismo trípode que el anterior: Vázquez, Mujica y Astori, sólo que con los roles cambiados. La dirección económica seguirá en manos del vicepresidente, Danilo Astori, que fue ministro de Economía del actual Ejecutivo y conecta muy bien con los sectores empresariales y financieros, tanto en Uruguay como en ámbitos internacionales. Por su parte, el nuevo presidente reserva para su fuerza política, el MPP, las carteras de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores. El papel de Tabaré Vázquez aún está por definir y, si bien no está previsto que ocupe cargos de gobierno, Mujica ya adelantó el domingo que seguirá siendo «un punto de referencia absolutamente imprescindible».
Tal y como ha remarcado el FA a lo largo de la campaña, en esta legislatura incidirán en la línea desplegada en la anterior: estabilizar el país, dinamizar la economía, reducir el paro y los índices de miseria, erradicar la corrupción y consolidar a la coalición como una opción segura y estable para la dirección del país sudamericano.
Así, unos días antes de la jornada electoral del 25 de octubre, el frente ya anunció que buscaría acuerdos con los partidos tradicionales en los asuntos que consideran estratégicos (educación, medio ambiente, política energética y seguridad pública). El objetivo es que la acción de gobierno en estos temas «sea decidida en conjunto y, por tanto, tenga el carácter de política de estado». Esta mano tendida a la oposición era válida también en el caso de que el FA obtuviera la mayoría parlamentaria, cosa que finalmente ocurrió.
La coalición realizó esta declaración como «un compromiso frente al país», aceptando que el momento para conversarlo con las otras fuerzas políticas llegará ahora, tras el final del proceso electoral. La duda estriba en si el ofrecimiento incluirá alguna cartera ministerial. «Depende del margen de acuerdo», afirmó Mujica tras la confirmación de su victoria electoral.
El frente, consolidado
Este segundo mandato del FA, liderado por el supuesto extremista del que alertaba Lacalle hasta hace unos días, servirá a buen seguro para invalidar los mensajes apocalípticos de la derecha y mostrará a Mujica como lo que es, un hábil político, pragmático y conciliador, libre de toda ortodoxia y decidido a resquebrajar el muro que divide en dos al país desde los años 60. Por eso, la fase política que se abre es más que favorable para la coalición de gobierno. El Partido Nacional sale debilitado y su líder muy tocado, mientras que el nuevo presidente confirmará con hechos que su revolución consiste, en realidad, en una evolución tranquila y sin estridencias, sostenida mediante una gestión eficaz y sin saqueos a las arcas públicas.
En este contexto, con mayoría absoluta en ambas cámaras y una política de brazo tendido hacia la oposición, Mujica puede lograr que el FA siga aumentando sus apoyos y, por tanto, que sea el partido hegemónico en Uruguay durante una buena temporada. Máxime cuando, muy probablemente, el siguiente presidenciable será Tabaré Vázquez, que va a culminar su mandato con una popularidad récord del 71%.
El nuevo presidente reserva para su fuerza política, el Movimiento de Participación Popular (MPP), las carteras de Exteriores, Defensa e Interior.
El nuevo Gobierno se asentará sobre el mismo trípode que el anterior: Vázquez (presidente saliente), Mujica y Astori, aunque con los papeles cambiados.