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José Mujica

Un «tupa» en la Casa de Gobierno

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S.L.

Nacido en Montevideo en 1934 y agricultor de profesión, José Mujica militó en su juventud en el Partido Nacional, aunque en los años 60 pasó a integrar el Movimiento de Liberación Nacional -Tupamaros. Pasó a la clandestinidad tras participar en varios operativos de la guerrilla, recibió seis balazos, fue apresado cuatro veces y en dos ocasiones se fugó de la cárcel de Punta Carretas. Su último encarcelamiento duró trece años, entre 1972 y 1985, y en ese periodo fue uno de los nueve dirigentes tupamaros que la dictadura tomó como rehenes, teniendo que soportar unas terribles condiciones de vida y con la amenaza de ser ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas.

El nuevo presidente uruguayo recuperó la libertad tras el final de los gobiernos cívico-militares, en marzo de 1985. Entonces, junto con otros referentes del MLN y distintas agrupaciones de izquierda, creó el Movimiento de Participación Popular (MPP), integrado dentro del Frente Amplio y apuntando a una estrategia de acumulación.

«Como un florero»

En las elecciones de 1994, cuando fue elegido diputado por Montevideo, manifestó sentirse «como un florero» al comenzar su actividad parlamentaria, pero su presencia en la arena política no hizo sino aumentar su liderazgo y su carisma dentro de la izquierda, hasta que en las elecciones de 1999 fue elegido senador, cargo que ocupa desde entonces.

En las elecciones de 2004 el MPP obtuvo más de 300.000 apoyos y, desde entonces, es la corriente más votada dentro del FA y de todo el país. Como presidente del Senado, Mujica tomó juramento a Tabaré Vázquez cuando asumió la presidencia, y éste le designó Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, cargo que ejerció hasta marzo de 2008. En diciembre de ese año fue proclamado como candidato del Frente Amplio, pero debió enfrentarse en elecciones internas a Danilo Astori, quien finalmente fue su compañero de fórmula.

La figura política de Mujica está muy alejada de la que se le presupone a un Jefe de Estado. Con su cuerpo encorvado y maltratado, su poco apego a la etiqueta y al protocolo, sus modos llanos y su lenguaje popular, «el Pepe» se ha ganado las simpatías de las masas empobrecidas y de la clase trabajadora, que lo toman como un ídolo, como un icono de sí mismos. Lo lleva algo peor con las clases medias y acomodadas, pero el triplete que forma con Vázquez y Astori ayuda a limar este perfil.

En todo caso, el nuevo presidente uruguayo es un comunicador excepcional, sus discursos son brillantes y logra transmitir a la perfección las emociones y las ideas. Su principal defecto es que siempre dice lo que piensa, lo que le ha generado más de un problema en esta campaña, pero eso mismo se transforma en virtud al otorgarle una imagen de sinceridad muy valorada por la sociedad oriental, acostumbrada hasta hace bien poco a que sus gobernantes fueran gente de poco fiar y con una irremediable tendencia a utilizar el poder para su beneficio personal.

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