El titular de «El País» animaba a la lectura sobre un asunto que particularmente me trae al pairo: «Una virulenta reacción conservadora asusta al Gobierno y frena las medidas por la laicidad de la escuela». Y es que se han puesto...

El editorial en «La Razón» lo dejaba claro desde la primera línea: «tiempo le ha faltado al PSOE para subirse al carro de la izquierda radical en su ofensiva contra la Iglesia y los símbolos cristianos». Como si los hubieran arrojado a los leones. O casi.

Según el editorialista «esa es la gran aportación que, al parecer, propone el partido del Gobierno para combatir el fracaso escolar y elevar la calidad de la escuela pública española, que es de las más bajas de Europa». Y eso que no aprenden en euskara, que si no...

También en «Abc» andaban levantiscos los columnistas. Carlos Herrera lo intentaba con la ironía: «imagino, puestos a ser consecuentes, que instarán al Ejecutivo a trasladar los festivos que guarden relación con fiestas del calendario cristiano: ¿por qué tiene que ser fiesta el día de la Purísima, o el de la Virgen de Agosto? ¿Por qué tienen que descansar los funcionarios públicos el día de Todos los Santos? ¿Por qué no moverlos a cualquier otra fecha?». Pues tiene razón.

Y el ex director, Ignacio Camacho aseguraba que «la retirada de los crucifijos es su (pen)última ocurrencia para forzar un nuevo debate ortopédico, de esos que siempre apuntan contra la tradición y la conciencia católicas porque su intenso anclaje social garantiza una alharaca muy ruidosa y un divisionismo bipolar rentable. La educación pública se halla en estado de calamidad y al poder sólo le interesa desnudar de referencias religiosas -bueno, católicas, las otras las deja estar- la escenografía de ese desastre». ¿Por qué no entran al fondo de la cuestión? ¿Qué pinta un crucifijo en una escuela? Pero, además, ¿por qué fingen preocupación por la educación pública si en realidad son numerarios del Opus?

Y para coronar el asunto, la melonada de Pedro J. Ramírez en «El Mundo»: «La retirada de iconos religiosos que respalda buena parte de la izquierda obligaría al absurdo de suprimir o rediseñar, por ejemplo, símbolos tan arraigados como la Gran Cruz del Mérito Civil, la Orden de Isabel la Católica o la del Mérito Militar, amén de modificar el propio escudo de España, que luce la cruz en su cimera». Pues mira que chachi.