Cumbre sobre cambio climático de Copenhague
La Tierra lanza crecientes señales de que estamos cerca de un desastre
La Conferencia sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas en Copenhague está considerada un gran reto para forjar una respuesta global a la amenaza del calentamiento global causado por las actividades humanas. Su objetivo principal es lograr un documento vinculante, sucesor del Protocolo de Kioto (1997), que comprometa a ricos y pobres a contribuir al descenso de las emisiones contaminantes.
Mirari ISASI I
El aumento de la temperatura media terrestre, la elevación del nivel del mar, el calentamiento oceánico y su acidificación, el deshielo del Ártico y los acontecimientos climáticos extremos, como las tempestades, lluvias torrenciales y fuertes sequías, así como la deforestación, son algunos de los indicadores de un proceso que puede acelerarse en caso de que no se tomen medidas de forma urgente.
Naciones Unidas pretende reunir a la mayoría de los líderes mundiales y unos 65 jefes de Estado y de Gobierno han confirmado su asistencia a la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (Cmnucc), entre el 7 y el 18 de diciembre.
Allí, delegados de más de 190 países, científicos y ONG de diverso signo tratarán diversos aspectos y debatirán el modo de hacer frente a la amenaza, cada vez más real y constatable, del cambio climático.
Kioto
La cumbre de Copenhague aborda la reducción de los gases de efecto invernadero, el ajuste de las inevitables consecuencias del cambio climático y la financiación y tecnología necesarias para ayudar a los países en desarrollo a limitar el aumento de las emisiones y su adaptación al impacto del cambio climático.
Los resultados obtenidos en Copenhague sucederán al protocolo de Kioto de 1997, que expira en 2012, y que establecía objetivos vinculantes: 37 países industrializados, junto con la Unión Europea, se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un promedio del 5% respecto a 1990.
La UE debía reducir sus emisiones en un 8% con respecto a 1990. Los objetivos son aplicables desde 2008 a 2012 y el protocolo se aplica a las emisiones de seis gases: dióxido de carbono (CO2), metano, óxido nitroso y tres tipos de gases industriales: hexafluoruro de azufre, hidrofluorocarbonos (HFC) y perfluorocarbonos (PFC).
Temperatura
Algunas observaciones recientes muestran que las sociedades y los ecosistemas son muy vulnerables, incluso a niveles moderados de calentamiento, y que están particularmente en riesgo los estados menos desarrollados y la biodiversidad.
Para la humanidad será difícil soportar aumentos de temperatura por encima de los 2 grados centígrados sobre el nivel preindustrial. Es probable que esto cause grandes trastornos sociales y medioambientales.
Deshielo
El incremento del deshielo de los casquetes polares contribuye al aumento del nivel del mar. Las observaciones del área de deshielo del casquete glaciar de Groenlandia muestran un incremento del 50% entre los años 1979 y 2008.
Un grupo de 42 países isleños y costeros que se sienten especialmente amenazados por el aumento del nivel del mar integran la Alianza de pequeñas Islas-Estados (Aosis) para hacer oír su voz en los foros de Naciones Unidas. Bangladesh y las islas del Pacífico, Maldivas y Tuvalu son países muy expuestos.
Atmósfera
El ciclo global del carbono está en un fuerte desequilibrio a causa de la entrada de CO2 en la atmósfera por los combustibles fósiles y el cambio en el uso del suelo por las actividades humanas.
En la actualidad, los combustibles fósiles representan cerca del 85% del total de las emisiones, y el cambio en el uso del suelo representa un 15%. Las emisiones totales han crecido de forma exponencial en cerca de un 2% anual desde 1800.
Las emisiones procedentes de combustibles fósiles se aceleraron a partir de 2000 y pasaron a crecer en un 3,4% anual, una tasa límite para los científicos.
Desforestación
La vegetación absorbe dióxido de carbono de la atmósfera y libera oxígeno con el fenómeno de la fotosíntesis.
Los bosques, que ofrecen a la humanidad toda una serie de beneficios insuficientemente valorados, pueden ser grandes aliados en la batalla contra el cambio climático y el calentamiento del planeta, siempre que el hombre comience a plantarlos y deje de destruirlos. El término poco glorioso de «sumidero» es el utilizado por los climatólogos para los bosques y la vegetación que «eliminan» los gases de efecto invernadero.
Acidificación
La acidificación del suelo supone un problema en el mundo desarrollado y una preocupación cada vez mayor en los países en desarrollo. Este fenómeno desemboca en cambios en la biodiversidad, empobrece el suelo y causa desequilibrios en los organismos de agua dulce.
La acidificación de los océanos es otra consecuencia directa de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera; sus consecuencias globales en los mares están sólo empezando a manifestarse y la única vía para reducir su impacto es el recorte de las emisiones de una forma sustancial y urgente.
Consecuencias
Existen riesgos graves, y cada vez más manifiestos, para la humanidad debido al cambio climático. Las poblaciones con bajos ingresos y aquellas que son vulnerables por su geografía son las que corren más peligro.
Diferentes estudios indican que un aumento de 2 grados podría provocar una reducción de entre el 5% y el 20% en la producción de cereales en Asia meridional, en el Sudeste asiático y en el África subsahariana, lo que acentuaría de forma muy notable la desnutrición.
En las poblaciones urbanas, un incremento de 2 grados centígrados aumentaría los casos de mortalidad anual debido a las olas de calor.
Objetivos
Es necesario adoptar una mitigación rápida, sostenida y eficaz, con acciones globales y regionales, para evitar un «cambio climático peligroso», independientemente de cómo se defina.
Fijar objetivos menos estrictos para el año 2020 aumentaría el riesgo de sufrir impactos graves, incluido el riesgo de cruzar puntos de inflexión irreversibles.
Por ello, adoptar medidas que promuevan la eficiencia energética y las tecnologías con bajas emisiones es esencial para conseguir una mitigación eficaz.
El objetivo es fijar una estrategia a largo plazo para limitar el calentamiento por debajo de los 2 grados centígrados, el tope para evitar cambios dramáticos en el planeta.
Las expectativas eran sombrías, pero Washington ha ofrecido rebajar sus emisiones en un 17% con respecto a 2005 hasta 2020 y China reducir su «intensidad de carbono» entre un 40% y 45%.
La UE se ha comprometido a recortar hasta 2020 sus emisiones de CO2 en un 20% respecto a los niveles de 1990 y ha ofrecido elevar esa reducción al 30% si otros países contribuyen con «esfuerzos comparables».
Estos objetivos son bastante menos ambiciosos que los fijados por la Cmnucc de disminuir entre un 25% y un 40% las emisiones con respecto al año 1990 para 2020.
Herramientas
La fijación de los precios de las emisiones es la principal herramienta económica para controlar las emanaciones de gases de efecto de invernadero.
Dos instrumentos para fijar los costes son los impuestos sobre las emisiones de carbono y el comercio de los derechos de emisión, que establece la cantidad permitida, un marco en el que también son posibles los programas híbridos.
Aunque se sigue debatiendo el mejor enfoque, el principio básico es el mismo: se aplica una penalización económica sobre las emisiones de gases de efecto de invernadero, lo que genera un incentivo para recortarlas.
Financiación
La pugna por conseguir mayores incentivos financieros por parte de los países en desarrollo se ha convertido en uno de los grandes caballos de batalla de las negociaciones. Los más pobres son generalmente los más vulnerables ante un fenómeno que no han ocasionado.
Tanto la Cumbre de Copenhague como el Protocolo de Kioto han declarado que los estados que tengan la «capacidad» para hacer frente al cambio climático deberían financiar de manera significativa a aquellas que no puedan hacerlo.
Los cálculos actuales para que los países en desarrollo se adapten al impacto del cambio climático oscilan alcanzan hasta los 100.000 millones de dólares anuales, que deberán financiar los países más ricos, un tema delicado -manda don dinero- a debatir en Copenhague.
El objetivo sería aplicar el principio de «quien contamina, paga». Los enfoques más prometedores apuestan por utilizan los ingresos generados en los estados enriquecidos procedentes de las medidas aplicadas para reducir sus emisiones para satisfacer las necesidades de adaptación de los países más pobres.