CRÓNICA I Derbi entre La Real y el Real Unión
Dos aficiones hermanadas se dan de la mano para acudir juntas a Anoeta
Los 45 años que la Real y el Real Unión llevaban alejados en categorías diferentes era demasiado tiempo. La espera ha sido larga, pero las dos aficiones amigas se volvieron a encontrar en Anoeta, en un derbi especial cargado de emoción y que muchos recordarán como el día en el que su corazón se mantuvo dividido durante 90 minutos.
Imanol CARRILLO I
El ambiente que se respiraba en Donostia desde la mañana no dejaba lugar a dudas: no era un día cualquiera. Muchos guipuzcoanos amantes del deporte rey tenían el 5 de diciembre marcado en el calendario con bolígrafo rojo, día en el que el derbi entre la Real y el Real Unión haría levantar a dos aficiones hermandadas.
Los visitantes que llegaban desde las afueras de la capital guipuzcoana se encontraron con un Boulevard más repleto de personas de lo habitual. Camisetas blanquiazules y blanquinegras inundaban la travesía más concurrida de la ciudad, que se vistió con sus mejores galas.
En las calles de la Parte Vieja resonaban los ecos de los aficionados más escandalosos que desde bien comenzada la mañana iban calentando las gargantas para llegar a Anoeta lo más afinado posible. Los hinchas de los dos equipos se agrupaban por separado, hasta que los relojes marcaron las 16.30, hora en la que las dos aficiones se unieron para ir de la mano desde el Boulevard hasta el estadio.
La razón que unió a los dos bandos fue el undécimo aniversario de la muerte de Aitor Zabaleta. Recorriendo las calles de la ciudad, los gritos eran muy diversos, como el intercambio de ánimos «!Real! ¡Unión! ¡Real! ¡Unión!».
El más de centenar de personas que se agrupó iba recogiendo por el camino a más y más aficionados, que en pocos minutos se contagiaron del buen ambiente. Los viandantes que pasaban en ese instante, además, hacían un alto en el camino para observar con alegría la kalejira y aprovechar para tomar alguna fotografía del curioso evento.
Cuando la ola de aficionados pasaba por la calle Prim, se unió un pequeño grupo a favor del Real Unión, que en seguida se puso a animar a su equipo con toques de batucada, dándole aires diferentes a la kalejira.
Unidos por los cánticos y la emoción, los simpatizantes llegaron a los aledaños de Anoeta, donde rindieron un merecido y final homenaje a Aitor Zabaleta en la escultura que se implantó en su honor. Melodías como «Aitor, Aitor, Aitor Zabaleta...» recordaron al fiel seguidor minutos antes de comenzar a entrar en el estadio.
Homenaje a escamochedo
Una vez dentro, Anoeta presentaba una imagen espectacular, como hacía tiempo no se recordaba. 24.000 almas unidas en un mismo escenario y con un mismo objetivo: animar a su equipo.
El club donostiarra quiso rendir un pequeño homenaje a Aitor Escamochedo, seguidor de la Real de 28 años que falleció cuando volvía de Vallecas. Se guardó un merecido y emotivo minuto de silencio en su honor.
Una vez que el colegiado dio el pitido inicial, los primeros en animar fueron los fieles seguidores del Unión, comandados por las peñas Goikogol y Sergio Francisco.
Los realistas no querían ser menos y la Peña Mugika comenzó a entonar cánticos a favor de su equipo, como si estuviesen replicando a sus rivales, que se encontraban en el fondo contrario. Así fue durante todo el encuentro.
A la salida del partido, los gritos de ánimo no cesaban en uno y otro bando, porque, al margen del resultado, el día de ayer fue una fiesta para todo el fútbol guipuzcoano.