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Raimundo Fitero

Clima

Hamlet se perdía cerca de Copenhague sabiendo que algo malo estaba sucediendo en las cortes europeas. Los discursos siempre esconden las intenciones, y como vivimos en tiempos mediáticos, lo único importante es poder conseguir un titular que sirva de paliativo. La realidad es que los gobiernos del globo, las autoridades militares, religiosas y las organizaciones están demostrando su inutilidad en algo tan fundamental como es la muerte anunciada del planeta. El clima no es simplemente un reclamo turístico o una retórica del desengaño sino que hoy es economía, política, justicia social, equilibrio. No prestar atención al cambio climático, convertirse en negacionista es un síntoma del imperialismo, del totalitarismo, de la locura consumista.

Probablemente quienes no admitan que el cambio climático que está sufriendo de manera evidente el globo se basen en documentación y declaraciones de sectores de la ciencia que se rigen por otro tipo de política que genera controversias y agresiones. El crecimiento sin límite, un mesianismo regeneracionista automático no demostrable frente a la evidencia actual. Los hechos nos van dibujando el diagnóstico más auténtico, y si bien es cierto que existen fenómenos cíclicos, lo que es evidente es que sobre la tierra estamos una cantidad impensable hace cincuenta años de seres humanos y con unas diferencias económicas abismales, pero con un creciente gasto diario de energías fósiles, de extinción de recursos naturales que provocan unas erosiones, unos desplazamientos de los ciclos climáticos que propician desgracias aparentemente naturales, desertizaciones y dolor a los más pobres.

Por eso que medio centenar de periódicos del mundo hayan salido ayer con el mismo editorial alertando de esta situación y reclamando decisiones urgentes y que se cumplan, nos vuelve a advertir de los movimientos sociales actuales. Los políticos y sus aparatos compinchados con los grandes capitales y depredadores, y la necesidad de la sociedad civil de hacerse notar, en todos los medios y en la calle. Se empieza a difundir la necesidad de ser ciudadano cada día y no simple votante. Un cambio del clima político muy sugerente.

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