Emilio Sagi, «contento» con su nuevo éxito en París: «Sonrisas y Lágrimas»
María Luisa GASPAR | PARÍS
El director artístico del Teatro Arriaga de Bilbo, Emilio Sagi, que ha cosechado un nuevo éxito en París con el estreno de «Sonrisas y Lágrimas» (Broadway, 1959), habló del placer de «meterse en un género nuevo» como la comedia musical estadounidense, que el trabajó «como una ópera».
«Todo el mundo da mucha energía» al espectáculo, dijo Sagi en la entrevista que concedió a la agencia Efe, y expresó su deseo de que continuase así «en las casi 30 funciones» programadas en el Teatro del Châtelet hasta el próximo 3 de enero. El director del Teatro Arriaga subrayó que no quiso adaptar «The Sound of Music» al estilo de Broadway, donde estos espectáculos «están demasiado lanzados al negocio», sino «de manera mucho más seria, como una ópera».
Gran admirador del género, confesó haber dudado antes de aceptar la propuesta de trabajar sobre esta historia inspirada en la vida real de la familia von Trapp, trasladada al cine en 1965 y protagonizada por Julie Andrews. «Sí, me lo pensé un poco», recalcó recordando el momento en que el director del Teatro del Châtelet, Jean-Luc Choplin, le invitó a dar su visión de la obra de Richard Rodgers (1902-1979) y Oscar Hammerstein II (1895-1960).
Dos artistas que crearon una triple trama religiosa, amorosa y política donde la joven huérfana «María», futura señora von Trapp y heroína antinazi, desea dedicar su vida a Dios hasta que le envían a trabajar como gobernanta durante unos meses al cuidado de los siete hijos de un capitán viudo. «Me parecía un argumento muy edulcorado, un poco cursi, incluso», comentó Sagi, quien descubrió pronto, al comenzar a preparar el montaje, que «se podían sacar cosas de ahí».
Como su «circunstancia histórica», que encierra el mensaje «muy interesante» de que «hay que pensarse muy bien las decisiones que se toman, sobre todo las políticas». «Me apetecía plasmar de una manera un poco casi dramática el momento nazi» de la pieza, que en la primera parte es «más suavecito», pero en la última «es ya un poco impactante». Sagi quiso también introducir al público en la representación, haciendo como si el auditorio del festival de Kaltzberg -un poco como el Festival de Salzburgo- donde canta la familia von Trapp antes de huir de Austria, fuese el del Châtelet en el momento de la función.