Raimundo Fitero
Versalita
En ocasiones tendríamos que escribir en versalita para que siempre tuviéramos una escapatoria. El maestro de periodistas manipuladores y fanáticos, Hermann Terstch, fue sacado aquí a colación por su conflicto con unos vídeos sarcásticos de «El Intermedio», sus declaraciones siempre incendiarias, su denuncia judicial, cuando de repente se nos anuncia que «ha sufrido una paliza». Lo vemos subtitulado en las cadenas de la caverna mediática, en los minutos duros de las tertulias feroces, y como era de esperar se tarda cuatro segundos en unir la supuesta paliza con el conflicto con La Sexta, en unas intervenciones expresadas con tanta saña que uno empieza inmediatamente a sospechar. Sí, a sospechar, directamente a sospechar sobre la verosimilitud de lo que nos cuentan, del tono que le van dando al supuesto incidente y a la politización demencial, paranoica, a la que llegan, las acusaciones gratuitas, la sed de venganza que rezuman.
Uno no desea que se ejerza la violencia ni siquiera con los que día a día, noticiario a noticiario, convocan a los demonios totalitarios para que se ejerza, para que se bombardeen países, para que la tortura forme parte de una manera de defender lo indefendible que siempre se omite o se justifica con un silencio cómplice. Ni siquiera a Hermann Terstch, tan violento en su propia mirada y en su verbo descalificante. Nada de violencia, pero si lo que dicen que ha sucedido (ahora ya se matiza, no fue una paliza sino una patada por la espalda, no era un grupo sino un individuo, y así hasta que conozcamos algo cercano a lo verosímil) ha sucedido, lo condenamos, aunque consideramos que es un ejercicio de guerra sucia vincular una cosa con la otra, buscar una relación de causa-efecto entre los vídeos de La Sexta y este incidente callejero nocturno.
Nadie, hasta este momento, ha demostrado nada. Sabemos lo que nos cuentan, lo que agitan, cómo lo lanzan contra el enemigo y cómo utilizan el sagrado concepto de la libertad de expresión a su antojo y siempre a favor de sus intereses. Vemos el odio que transmiten, las ganas de gresca que manifiestan segundo a segundo. Y no lo dicen en versalita.