CRíTICA cine
«Mal día para pescar
Mikel INSAUSTI
A quienes han leído el cuento original del uruguayo Juan Carlos Onetti ponen pegas a su adaptación cinematográfica, no así los que juzgan la película por separado. Y ahora voy yo y me quedo en un termino medio entre ambos extremos, porque “Mal día para pescar” me parece una interesante ópera prima con los fallos propios de un principiante. Me gusta mucho su aire de western, la presencia del forzudo finlandés Jouko Ahola descubierto por Werner Herzog, así como su ambientación intemporal en algún lugar perdido de América del Sur. Ya no tanto, su estética alcohólica asociada demasiado arquetípicamente a la figura del perdedor, los tiempos muertos y la teatral actuación de Gary Piquer, sobre todo cuando declama en inglés como si estuviera interpretando una tragedia de Shakespeare o cuando canta el “Funiculì Funiculà” y “Lili Marleen”, que son muchas veces. Si se le perdonan dichos fallos es porque la película remonta al final de forma sorpresiva, con un brillante giro argumental que dota de sentido al resto de la narración, y que enlaza con un prólogo que había dejado el relato abierto y lleno de interrogantes. Es esta hoy en día una cualidad muy apreciada, pues en medio de tantas historias rutinarias y previsibles las que contienen desenlaces inesperados llaman mucho la atención.
Lo que engrandece a “Mal día para pescar” es que la citada conclusión no es un mero ejercicio de técnica de guión en manos del debutante Álvaro Brechner, sino que en el fondo ofrece una lección vital sobre la revalorización de la derrota para convertirla en una victoria moral. El manager del luchador venido a menos es un tramposo profesional, pero ya se sabe que los que malviven trampeando nunca consiguen grandes bolsas y si son campeones de algo lo son sólo de la miseria. Con lo que no contaba el fullero Orsini era con el orgullo herido de su pupilo, deseoso de demostrar, contra todo pronóstico e “in extremis”, que aún le quedan fuerzas para ganar un combate limpiamente, sin amaños ni tongos.
