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Consultas en Catalunya

La normalidad democrática catalana desborda el veto español al derecho a decidir

La clave de las consultas sobre la independencia celebradas ayer en 166 municipios catalanes fue la normalidad con la que miles de personas acudieron a depositar su voto. Una cita electoral que contó con la movilización de más de 15.000 voluntarios en todo el Principado.

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Crónica | Desde Vic

Alberto PRADILLA

«Esto es como si un Estado convocase un referéndum», explicaba ayer por la mañana Eric Herrera, miembro de la plataforma Osona Decideix, cuando los primeros resultados aventuraban la buena respuesta de la ciudadanía catalana a la convocatoria de la consulta sobre la independencia. Era el punto final a dos meses de trabajo frenético marcados por una movilización ciudadana sin precedentes.

El veto de los tribunales españoles a la consulta celebrada el 13 de setiembre en Arenys de Munt puso en marcha una maquinaria que logró llevar las urnas a 166 localidades. Aunque los ayuntamientos han suscrito mociones de apoyo a las consultas, fue el movimiento popular quien sacó adelante un ejercicio con apariencia institucional pero sin las ventajas materiales, económicas y logísticas con las que cuenta la Administración. En total, más de 15.000 personas trabajaron en todo el Principado para sacar adelante las consultas, que fueron financiadas con aportaciones particulares, tal y como señaló Alfons López Tena, vocal de CGPJ español designado por CiU y director de Osona Decideix. «Se han movilizado muchas personas sin un perfil de militancia política previa, y eso es lo más importante, la implicación de la sociedad civil», aseguró Ricard Vilaregut.

«La clave han sido los voluntarios», subrayaba Eric Herrera, que explicó que, al no poder realizar el voto anticipado por correo, miembros de la plataforma recorrieron «desde los mercados hasta las discotecas» para que nadie se quedase sin poder ejercer su derecho.

Las dificultades fueron muchas. La primera, sortear la prohibición para utilizar dependencias municipales. Por eso, las urnas se instalaron en todo tipo de locales cedidos por organizaciones sociales o religiosas. Como en Vic, capital de Osona, donde el centro de prensa estaba ubicado en el seminario. En Roda de Ter, también en la misma zona, las urnas se situaron en un local comercial todavía sin vender cedido por el propietario. En municipios más pequeños, como Les Masies de Roda, con una población más atomizada, el único bar del pueblo se convertía en centro neurálgico de las votaciones.

Votantes rechazados

Sin acceso al censo electoral, el sistema para validar los votos también exigió agudizar el ingenio. Para ello se utilizó un programa informático que conectaba todos los colegios electorales y que impedía repetir el voto, según explicó Xevi Vilaregut, miembro de la organización en Les Masies de Roda.

«Hemos tenido que rechazar a bastantes personas que han venido sin la documentación necesaria», aseguró Santi Pons, responsable del centro de votación de Roda de Ter, quien destacó que «el pueblo se ha volcado con el referéndum». Entre las tareas de los voluntarios, encargarse de la seguridad de los colegios, relaciones con la prensa, controlar las votaciones y preparar todo el entramado legal, ya que aunque la consulta carecía de validez jurídica, se mantenía la amenaza de la abogacía del Estado español, que advirtió de que tomaría medidas legales en caso de que los organizadores se saltasen los vetos.

«Cuando una iniciativa de estas características es organizada por gente del pueblo se nota una reacción distinta en la población», señalaba Elisenda Alamany, concejala de L'Altraveu, en Castelar del Vallés, quien ejerció como presidenta en una de las mesas electorales.

«El referéndum es una buena iniciativa», señalaba Miquel Pujol tras depositar su voto en Manlleu. «Espero que salga adelante, esto es sólo un primer paso», añadía Dolores Delgado.

¿Cuál era la noticia? Que miles de catalanes habían acudido a votar sobre la creación de un estado independiente y no había ocurrido nada. La normalidad democrática sobrepasaba a las descalificaciones que llegaban desde Madrid.

La participación del voto inmigrante fue una de las claves de la jornada. Las plataformas ampliaron el derecho al voto a los menores de 16 años que estuviesen empadronados en el municipio, lo que permitió que muchos foráneos pudiesen depositar su papeleta por primera vez. Aunque no existía un perfil de votante, desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde, hora de cierre de los colegios, funcionó un censo transversal que abarcaba desde jóvenes hasta personas entradas en edad. Con una excepción. Era raro encontrar algún elector que se mostrase contrario a la independencia. La estrategia de los partidos españoles había sido ningunear la consulta, por lo que sus bases optaron por quedarse en casa.

Interés internacional

La demostración de participación ciudadana no pasó tampoco desapercibida para los representantes de la izquierda abertzale que se desplazaron hasta Catalunya. «Se trata de una experiencia positiva», aseguró Agurne Barruso, alcaldesa de Bergara, quien acudió al municipio de Vilanova i la Gertru, capital de la comarca del Garraf, en Barcelona, y llamó la atención sobre la implicación del movimiento popular.

Lo cierto es que las consultas pusieron la lupa internacional en dirección a Catalunya, algo que podía comprobarse con el impresionante despliegue de medios de comunicación. Entre ellos, la BBC británica o el «Financial Times». Victor Mallet, corresponsal del medio escrito, destacaba el interés de buena parte de la comunidad internacional hacia el fenómeno independentista catalán.

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