Análisis | Los derechos saharauis
Haidar y los efectos paradójicos de visibilidad
Desde un punto de vista teórico, el interés por adquirir una visibilidad social o mediática forma parte de una idea generalizada en la que ser visible se entiende como sinónimo directo de existencia social.
Carmen GÓMEZ MARTÍN Socióloga
A través de este análisis sociológico se desgranan, basándose en el paradigma de la visibilidad, los efectos que la huelga de hambre de Aminatu Haidar está generando.
La reivindicación de Aminatu Haidar y los acontecimientos que se han ido sucediendo posteriormente se inscriben un nuevo paradigma explicativo de las luchas sociales, el de la visibilidad. La entrada forzada de Haidar en el Estado español, así como el desarrollo de los acontecimientos, hacen reflotar con una fuerza sorprendente la olvidada cuestión del Sahara Occidental. Haidar se ha convertido en un foco inesperado de visibilidad para la causa saharaui, estancada desde hace años ante la impotencia del Frente Polisario y del movimiento de solidaridad. Su voluntad férrea de entrar en El Aaiún y su huelga de hambre han provocado una toma de posiciones mucho más clara por parte de los actores implicados -inclusive del Frente Polisario, que se ha visto forzado a radicalizar su postura-, y poniendo sobre el tapete la absoluta hipocresía del poder.
En este sentido, podría resultar incomprensible que Marruecos haya puesto en evidencia el carácter poco demo- crático de su Gobierno, así como su violación sistemática de los derechos humanos. La incomprensión, sin embargo, se diluye cuando uno entiende que la monarquía alauita maneja a la perfección el juego de alianzas internacionales, y que presentarse como tirano no es necesariamente malo si, por el contrario, uno tiene mucho que aportar en el plano geoestratégico. La visibilidad del caso Haidar pone de manifiesto que el olvido impuesto durante décadas no ha solucionado el problema, y que la represión mil veces silenciada de la población saharaui en los territorios ocupados sigue siendo el pan nuestro de cada día.
Ser visible dota efectivamente de una existencia renovada al conflicto, pero después de la sorpresa y de la confusión inicial, los discursos dominantes también se han ido reconfigurando. De esta forma, la adquisición de visibilidad de una causa no es sinónimo de reconocimiento social de la misma. A mi entender, existen ciertos factores que pueden arrojar algo de luz sobre los mecanismos que llevan a su formación.
Habría que hablar en primer lugar de memoria histórica, más concretamente, de una ruptura de memoria con el pasado colonial del Estado español en África. Podríamos decir que la cuestión del Sahara forma parte de la amalgama de olvidos voluntarios explícita o implícitamente pactados durante el período de la Transición. Dicha ruptura ha tenido efectos generacionales, por lo que una parte de la población española -especialmente aquella que nació después del año 1975- no consigue establecer las conexiones necesarias que existen entre el Sahara Occidental y Estado español para analizar el problema actual.
Se observa una fuerte tendencia obsesiva en estos discursos de rechazo a relacionar los eventos actuales con la cuestión migratoria. La confusión se enmarca en un contexto de crisis económica que canaliza los sentimientos de antimigración y de racismo. La entrada de Haidar sin pasaporte tiene para muchos una única lectura posible: la consideración de ésta como una inmi- grante ilegal. Las dos medidas desesperadas y poco operativas lanzadas por el Gobierno español vienen a reforzar ese imaginario pavoroso sobre la migración.
La visibilidad de Haidar y los diferentes discursos que ha generado su acción no solamente sacuden la causa saharaui del polvo que empezó a cubrirle desde que se firmaron los acuerdos de paz de 1991, del polvo que el Frente Polisario y el movimiento de solidaridad no ha sabido tampoco limpiarle en dos décadas.
Su visibilidad no solamente muestra de nuevo la base hipócrita y deshumanizada del sistema internacional, sino que permite dibujar el retrato de la sociedad española a través del choque violento que produce en las conciencias, si es que quedan, de una reivindicación que nos sobrepasa, porque en su mensaje complejo, y al mismo tiempo sencillo, aparecen dos palabras que se han vuelto casi opacas para una sociedad cada vez más adormecida como es la nuestra: resistencia y dignidad.