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Antón Borja Catedrático en Economía de la UPV

¿La crisis ha terminado?

En agosto-septiembre pasado nos dijeron que había «brotes verdes» en la economía de algunos países; el día primero de noviembre, Obama nos anuncia que la crisis económica, en EEUU, está finalizando, ya que el PIB estadounidense ha subido un 0,9 % en el tercer trimestre de 2009. Afirmaciones parecidas, en las últimas semanas, se señalan para ciertos países europeos.

¿Es cierto que la crisis ha finalizado? Hay que constatar, como señala la OCDE, que la bajada del precio del dinero, el repunte de la actividad de los mercados bursátiles y un acceso restringido a los préstamos bancarios han favorecido la mejora del contexto financiero internacional. Pero esta mejora temporal de la situación de los bancos no despeja las incertidumbres en cuanto la estabilidad del sistema financiero.

Subsisten los riesgos, ya que puede haber una recaída de la crisis bancaria puesto que los bancos de la eurozona tienen pendiente, para el periodo 2009-2010, la depreciación de activos de sus balances por una cantidad estimada en 700.000 millones de dólares. En el caso español, la agencia de calificación crediticia Moodys señalaba, en octubre, que las entidades financieras españolas debían aumentar sus provisiones en 57.000 millones de euros dada la débil solvencia que tenían. Por otra parte, teniendo en cuenta las relaciones de los bancos y las cajas con el sector inmobiliario, el deterioro del sistema financiero español ha sido muy rápido afectando a la solvencia y aumentando la morosidad. Lo cual no impide que las cinco grandes entidades financieras españolas (grupo Santander, BBVA, Caja Madrid, La Caixa y Banco Popular) lograran, hasta septiembre, un beneficio conjunto de 13.602 millones de euros.

Es digno de consideración el riesgo de que los bancos vuelvan a su comportamiento especulativo, dado que los bancos europeos han recibido 570.000 millones de euros de manos del Banco Central Europeo (BCE), impidiéndose, de este modo, el hundimiento de muchos de ellos, alejando el peligro de la depresión económica, pero a la vez alimentan la siguiente burbuja financiera, dado el volumen de dinero disponible, propiciando la especulación con las materias primas (petróleo, metales, alimentos).

Hay que señalar también el reciente caso de Dubai World, emporio semiestatal del emirato de Dubai cuyos compromisos totales de deuda alcanzan, a comienzos de diciembre, la cifra de 59.000 millones de dólares, dentro de la deuda global del emirato que se estima entre 80.000 y 150.000 millones de dólares. Entre los acreedores se encuentran bancos ingleses, suizos y franceses; la crisis de Dubai es un síntoma, afecta a todos los mercados financieros (al haberse extendido por todo el mundo la venta de títulos «derivados», secuencia de contratos de seguros en cadena que se crean con cada deuda que se contrae).

Es significativo que el exceso de liquidez, de dinero, alimenta la burbuja especulativa pero no se canaliza, fundamentalmente, hacia el crédito para las empresas ni para las familias.

Por otra parte, el consumo de las familias, en la zona euro, se ha mantenido gracias a los déficits públicos (que han posibilitado ayudas a las empresas y a las familias, como es el caso de las ayudas para la compra de automóviles) y al retroceso de la inflación, así como a la bajada de precios de las materias primas.

Pero a partir de 2010 se van a producir, en la eurozona, los fenómenos siguientes: estabilización o reducción de los déficits públicos, que será del 12 % del PIB y que no sostendrán, por tanto, el crecimiento del consumo, especialmente en el caso de las compras de automóviles; posible ascenso de la inflación y de los precios de las materias primas (petróleo...); frenazo y congelación en los salarios; la tasa de autofinanciación de las empresas, en la eurozona, será del 75%, aunque en el caso español será menor; aumento de la tasa de paro alcanzando un valor cercano al 12% en la zona euro, aunque para la economía española alcanzará el 19%.

El conjunto de la evolución de estos factores supone el debilitamiento de la capacidad de consumo de la población, considerando la necesidad de desendeudamiento por parte del sector privado. Es significativo que para 2010 se estime que el crédito a conceder al sector privado es muy pequeño cuando, por el contrario, las deudas de las familias y de las empresas, en la zona euro, supone el 120% del PIB.

El retroceso en la demanda influye en la pérdida de empleos en la construcción, bienes de equipo, bienes de consumo duradero y servicios financieros (bancos y cajas de ahorros). Los analistas coinciden en que, dentro de la zona euro, la situación española será de las peores, dada la dependencia del tejido productivo de sectores como la construcción y el automóvil (sector que posee un excedente de producción del 30% en la Unión Europea).

Asimismo, la perspectiva de crear nuevos empleos a través de la «economía verde» no alcanzará más allá del 2% en los próximos diez años, según la consultora Natixis. Y también para el caso del sector de las tecnologías de la información (TIC) no va a haber un crecimiento espectacular, ya que en el periodo 1990-2005 han creado el 3% del total de los nuevos empleos.

Por otra parte, se está produciendo un cierto crecimiento económico en los países «emergentes» (Brasil, Rusia, India y China), llamados BRIC; crecimiento económico centrado en su mercado interior con un peso menor de las importaciones occidentales (salvo en el caso de ciertas materias primas como el petróleo), de modo que los países BRIC aumentan mucho su capacidad de producción propia e invierten en I+D+i.

Se está produciendo una diferenciación entre el crecimiento económico de los países ricos de la OCDE y el de los países BRIC. Asimismo, los flujos de capitales se mueven desde las empresas de la OCDE hacia los países BRIC y de la OPEP. En 2009 han supuesto 349.000 millones de dólares y se estima que para 2014 dicho flujo de capitales alcance la cifra de 672.000 millones de dólares, atraídos por unos mayores tipos de interés y un mayor potencial de crecimiento. En cambio, las inversiones directas netas de las empresas en EEUU, Europa y Japón son negativas y del orden de 200.000 millones dólares al año.

Si estos factores se consolidan se puede hablar de una cierta «desglobalización». La crisis está acelerando la restructuración de grupos multinacionales, adquiriendo una importancia creciente nuevos actores (chinos, asiáticos...). Asimismo, esta lógica inversora en países emergentes está fomentando las deslocalizaciones industriales de países occidentales y la entrada de capitales especulativos en los países emergentes, hasta el punto de que países como Brasil, Taiwán o Corea han optado por imponer restricciones al capital extranjero especulativo, para evitar problemas con el tipo de cambio de divisas y con la inflación.

Además, hay que considerar que con un crecimiento económico modesto (1-2% PIB) no es posible reducir sustancialmente los déficits públicos (en la zona euro las deudas públicas alcanzarán el valor medio del 90% del PIB en 2011). Si la deuda pública se hace duradera, influye negativamente sobre el crecimiento económico. A considerar que se pueden producir políticas presupuestarias de carácter restrictivo por parte de los gobiernos europeos, con mayor presión fiscal y recorte de gastos públicos.

No se puede descartar que pueda remontar la inflación, perdiendo capacidad de compra por parte de los asalariados. O bien pueden subir los tipos de interés a largo plazo con lo que se produciría un frenado en la acumulación de reservas de divisas en países occidentales, procedentes de países emergentes (China posee títulos públicos estadounidenses por un valor superior a un billón de dólares).

Finalmente hay que considerar que el ahorro a largo plazo, si se sigue canalizando hacia la financiación de la deuda pública, no queda disponible para las empresas, obligando a éstas a recurrir a la autofinanciación o bien a emitir obligaciones en los mercados bursátiles.

Por tanto la conjunción de la inestabilidad bancaria, con exceso de liquidez y posibles nuevas burbujas financieras (como el caso Dubai últimamente), la debilidad del consumo, la destrucción masivas de empleo (con des- localizaciones) y las abultadas deudas públicas configuran un marco estructural, a pesar de cierto repunte económico temporal, con un largo periodo oscilante de crisis económica. Las «salidas» de la crisis tendrán que esperar.

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