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Raimundo Fitero

Fútbol y toros

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O viceversa. Andan las fuerzas vivas del españolismo de peineta, pandereta y caldereta soliviantados porque en el Parlamento catalán se ha empren- dido un camino para la posible abolición de las corridas de toros. Una propuesta popular avalada por ciento ochenta mil firmas, admitida a trámite y que puede llegar a convertirse en una ley que deje al atavismo de los toros como un signo del pasado. La simple posibilidad se ha convertido en un torbellino de descalificaciones y de pronunciaciones de españolidad que solamente puede servir para detectar claramente, una vez más, el mal que corroe a quienes consideran que ser español es comer paella, beber agua en botijo, ir a los toros con traje corto, sombrero cordobés y acompañado en la grupa de la jaca por una mujer vestida de faralaes. Esa estampa turística convertida en consigna o identidad. Faltaría la virgen del Pilar, Santiago, la cabra de la Legión, el tricornio y el Real Madrid para completar el pack imprescindible de un español demócrata de toda la vida, defraudador de hacienda y votante de las dos opciones que han de helarte la corrupción.

Todo lo que escape a ese marco les duele, les desestabiliza. Que en las Islas Canarias lleven las corridas de toros abolidas desde hace décadas no importa, lo que hay que imponer es la españolidad cutre en Catalunya, en Euskadi. Y como aquí ya tienen a Antonio y Paquito el Chocolatero, les duele más lo de los catalanes que simplemente se ponen a discutir sobre el maltrato a los animales, sobre lo que representa esa anacrónica supuesta tradición extraña en el siglo XXI, ahora. No permiten que democráticamente se defienda lo uno o lo otro. Lo español no se puede discutir, es algo que llega directamente de la divinidad, sin lugar a dudas. Pues me parece que se va a discutir y hasta se puede abolir esa crueldad porque son otros tiempos. Y se puede abolir en Ávila, en Jaén, si una mayoría de la sociedad y sus representantes así lo desean y lo votan.

Lo del fútbol es otra cosa. Es más complicado, pero les resulta inadmisible que un equipo que lleva la senyera en su indumentaria sea campeón del mundo. Les duele más que el Estatut. Y más que los toros.

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