Previsiblemente esta misma semana el Senado de EEUU podrá votar el proyecto de ley de reforma sanitaria tras el apoyo a la moción de procedimiento logrado ayer con una mayoría de 60 votos frente a 40 en contra, y a falta de otras dos votaciones. La reforma sanitaria es una de las prioridades, la principal de ellas, de la Administración de Obama, y su principal quebradero de cabeza en cuanto a política interior se refiere, dada la resistencia con la que ha topado el presidente, no sólo la de la oposición republicana, sino también en las filas demócratas,la cual le ha obligado a negociar apoyos. Así, la reforma que probablemente se aprobará no será la propuesta original de Barack Obama, sino la resultante de esas negociaciones que han supuesto ciertas modificaciones a cambio de los respaldos suficientes a la reforma. En cualquier caso, no se debe minimizar el avance que supondría la universalización de la asistencia sanitaria en EEUU, donde muchos millones de personas carecen de cobertura médica. Pero tampoco conviene olvidar que esa reforma, en su versión definitiva, no contempla la opción de un seguro sanitario público que pudiera competir con el sector privado, de modo que el servicio sanitario continuará en manos privadas, que no garantizan una mejor calidad del servicio y menores costes, sino todo lo contrario.