Gloria Rekarte ex presa
Cretinos
Barriendo para casa, que es labor en la que la iglesia católica tiene harta experiencia y mayor maña, y presto a sacudirse de paso la sombra oscura y sucia de los abusos a menores que pasea sobre la muy apostólica y romana, el arzobispo de Valencia dio en compararlos con la interrupción del embarazo. Determinó, por supuesto, que no hay comparación que valga. El aborto es un crimen; cultura de la muerte, puntualizó. Los abusos a menores... pues no están bien, pero tampoco es tan grave. O sea, debe ser pecado, pero de los que se quitan. El menor puede quedar hecho una piltrafa para toda su vida, pero ahí está la cosa: la vida se la dejan. Con el imborrable recuerdo del atropello, de la perversión, del miedo, del asco, para todos los días que le resten de esa vida que a lo mejor ya no quiere vivir. Es lo que le ocurrió a la víctima de los abusos de un sacerdote católico irlandés; abusó de él en 70 ocasiones, llevándole a dos intentos de suicidio. Pero el suicidio sólo es pecado para el suicida.
Para su tranquilidad, sepan pederastas y pedófilos, violadores y agresores sexuales que pueden seguir comulgando porque la cosa, crimen, lo que se dice crimen, qué va a ser. Claro, debe mediar confesión, digo yo, un par de avemarías (valgan 70 pares) y propósito de enmienda (valgan 70 propósitos). Practicantes y partidarios del aborto, excomulgados. Menos Bono, que según explicó el arzobispo sin el menor empacho, es su amigo y es bueno y sí que le dará de comulgar.
Gustan de los mismos lujos, se toman las mismas licencias y derrochan el mismo cinismo. ¿A que tienen un parecido innegable estos ministros de Dios con los ministros de gobierno? Y clavada, pero clavada, la habilidad de eludir responsabilidades.