Otro paso a contracorriente que consolida el 71% de desconfianza
Un repaso de los mensajes de los últimos años demuestra que son una especie de carta a los Reyes Magos, que escriben en la Casa Real y corrigen en la Presidencia del Gobierno para que el Rey la lea ante las cámaras
Iñaki IRIONDO
No es bueno restar importancia al papel del Rey, no en vano cabe recordar que es «símbolo de la unidad y permanencia del Estado». El dato tiene interés porque entre las atribuciones del monarca está el de ser «el mando supremo de las Fuerzas Armadas», que a su vez tienen encomendadas «defender la unidad de España y su ordenamiento constitucional». ¿Que eso no pasará nunca? Pregúntenselo a las cabras del islote de Perejil.
Sin embargo, la importancia o trascendencia de los movimientos de la Casa Real está más en los movimientos de hilos ocultos que en sus discursos públicos. Lo referente es lo que el Rey hace cuando no está de cacería, ni navegando o esquiando, ni atendiendo a sus negocios privados (¿puede tener negocios privados quien tiene su vida holgadamente resuelta a cuenta del presupuesto público, o sea, del dinero de todos?) ni ocupado en sus actos públicos, incluidos los discursos. El Rey reina cuando descuelga el teléfono para hacer una recomendación, cuando llama a La Zarzuela a personajes relevantes para conversaciones íntimas, cuando se muestra indolente ante la actividad de los GAL. O, si prefieren, aunque suene a chascarrillo, cuando de visita por estas tierras en precampaña electoral de las pasadas autonómicas de la CAV, le dice al candidato del PSE a lehendakari: «Patxi, ¡a ver cuándo ganas a éstos que llevan casi treinta años en el Gobierno!». Y en otra conversación con el candidato del PP, Basagoiti, añade: «Vosotros lo que tenéis que hacer es apoyar a Patxi».
En este contexto, la emisión por ETB del mensaje navideño de Juan Carlos de Borbón sólo tiene carga simbólica. No hay en ello ningún interés informativo. Un repaso a los discursos de los últimos diez años demuestra que son poco más que una especie de carta a los Reyes Magos que escriben en la Casa Real y corrigen en la Presidencia del Gobierno, para que el Rey la lea ante las cámaras de televisión.
«El Rey, preocupado por la crisis, insta a todos a tirar del carro y se solidariza con las numerosas personas que han perdido su empleo» (2008). «El Rey reclama que se responda a las carencias de los jóvenes y mayores. Dice que es momento de reafirmar la hermandad con todos los países de Iberoamérica» (2007). Esos son los mensajes, propios de cualquier redacción de buenos deseos, que después los políticos del régimen alaban como si fueran un descubrimiento que alterara el devenir de la humanidad.
Los partidos unionistas llevan años reclamando que ETB retransmita estos mensajes para dejar claro que «somos parte de un sistema institucional cuyo Jefe del Estado es el Rey, y no podemos sostener, con gestos de acción u omisión, la ficción de que no somos parte de ese Estado». Así lo dijo el portavoz del PSE en el debate parlamentario de 2000. Ahora tienen la mayoría de escaños suficiente para hacer sus deseos realidad. Pero van en contra de la mayoría social y luego se extrañan de que hasta en una encuesta amiga el 71% de la población diga que desconfía de ellos.