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Los zombis se aceleran en una muy taquillera parodia terrorífica

«Bienvenidos a Zombieland»

El joven Jesse Eisenberg y el curtido Woody Harrelson forman una sorprendente pareja cómica a lo Abbot y Costello en «Bienvenidos a Zombieland», película que ganó el Premio del Público en el último Festival de Sitges. Pero hay una estrella que les roba la función cuando aparece en escena, interpretándose a sí mismo. Bill Murray también es atacado por los muertos vivientes en su mansión de Hollywood, porque nadie se libra de esta plaga que crece y crece.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

De la misma forma que nadie puede discutir a George A. Romero la absoluta paternidad sobre el subgénero terrorífico zombi desde que hace ya más de cuarenta años presentara al mundo «La noche de los muertos vivientes», en su variante paródica ha sido el británico Edgar Wright el que ha sentado catedra definitivamente en el 2004 con «Zombies Party». En Hollywood lo saben y no han parado hasta tener su propia parodia a lo grande de las películas de muertos vivientes. La clave para hacer suya la fórmula descubierta con éxito por los británicos estaba en encontrar una pareja cómica de garantías. Conscientes de que los originales Simon Pegg y Nick Frost son insuperables, lo que han hecho los de Columbia es contratar a dos actores que, sin ser necesariamente humoristas, disponen de sobrado instinto para dominar los gags y recursos histriónicos. Y han acertado porque, a pesar de que era imposible imaginar que Woody Harrelson y Jesse Eisenberg llegarían algún día a trabajar juntos, consiguen una perfecta conexión a partir de la teoría de las personalidades opuestas pero complementarias.

La asociación entre los diferenciados personajes de ambos se basa en unir inteligencia y fuerza, porque a Columbus (Eisenberg) le faltan agallas para representar el rol de héroe que le ha deparado el destino por culpa de la plaga zombi, y de eso anda sobrado Tallahassee (Harrelson), que responde al esterotipo del duro, del vaquero de ciudad al que no le tiembla el pulso a la hora de reventar las cabezas de los infectados. El hecho de que sus nombres, al igual que el resto de personajes, coincidan con lugares reconocibles de los Estados Unidos da una idea del localismo que plantea una producción hecha para vender al mundo lo norteamericano.

Entiéndase que otros mitos clásicos del terror, empezando por Drácula, son demasiado europeos. Los zombis, en cambio, son hijos de la Guerra Fría y el desarrollismo, propios de un sistema que amenaza con destruirse a sí mismo. En los Estados Unidos, siguen jugando a indios y vaqueros, pero ahora los pieles rojas son blancos enfermos, cadáveres andantes que se han puesto más bien morados. Toca hacer una limpia, una depuración en toda regla y, de nuevo, sobrevivirán los mejores.

Zombis en la carretera

«Bienvenidos a Zombieland» es un claro manifiesto de EEUU como nación de los zombis, que viene a decir que ellos son capaces de reírse de sus propias catástrofes, incluso de las económicas, ya que la película ha quintupliacado en taquilla el dinero que costó. Es como una película de carretera, que arranca en un supermercado y termina en un parque de atracciones, no sin antes pasar por Hollywood para hacer una visita a la mansión de Bill Murray, el único que aparece en la ficción con su propio nombre.

Se barajaron muchas estrellas para esa aparición especial, incluso Sylvester Stallone estuvo a punto de ponerse de acuerdo con los productores. Por fortuna para la película, Bill Murray aporta una excelencia autoparódica que sólo está a su alcance, tal como exhibió en un registro más introspectivo en «Lost in Translation». Su presencia es el motivo extra para no perderse la película.

Lo bueno de las narraciones itinerantes es que no necesitan una estructura argumental precisa para mantener entretenido al espectador, siempre y cuando los episodios relatados se sucedan a buen rítmo y conformando un rico anecdotario. En su viaje a través del país, la pareja central se guía por treinta leyes o reglas básicas para sobrevivir a los ataques de los zombis. El simple hecho de irlas poniendo en práctica, supone un planteamiento que no se agota en si mismo, gracias a que la famosa treintena constituye una lista de lo más variada y divertida. Muchas de ellas contradicen las convenciones oficiales, porque es sabido que bajo estado de emergencia todo vale, y así, por ejemplo, es obligatorio no ponerse nunca el cinturón de seguridad en el coche.

La buena forma física también cuenta, a consecuencia de lo cual el principal grupo de riesgo lo integran los obesos. Lo que pudiera parecer una tontería se convierte en uno de los temas internos de la película más discutidos en los foros de cine fantástico y de terror. Lo de los gordos como personas especialmente propensas a ser devoradas por los cádaveres andantes da paso al debate sobre la velocidad media de los zombis, que suele provocar internimables discusiones entre los puristas y los que no lo son tanto. Se supone en teoría que los revividos deben caminar con dificultades. Por puro agarrotamiento muscular se les niega de siempre la capacidad de correr para perseguir a sus víctimas, detalle estúpido aprovechado por las parodias para hacer bromas al respecto. En «Zombieland» se saltan dicho precepto a capricho, dejando que los zombis se aceleren y pongan en serios aprietos a los protagonistas, enfrentados así a un más difícil todavía.

Insisto en que la licencia tal vez no guste a los fanáticos del subgénero, pero esta producción de Columbia ha sido pensada para el gran público. Con tal de no dejar tampoco de lado a los que gustan del terror sangriento no faltan escenas de estética gore, resueltas sin caros efectos digitales, lo que las hace más crudas aún si cabe. No obstante, es una película de un gran estudio con realizador debutante.

HIJOS DE SISTEMAS

Algunos mitos clásicos del terror, como Drácula, son demasiado europeos; los zombis, sin embargo, son hijos de la Guerra Fría y el desarrollismo, propios de un sistema que amenaza con destruirse a sí mismo.

Estreno

Dirección: Ruben Fleischer.

Intérpretes: Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Bill Murray, Abigail Breslin.

Fotografía: Michael Bonvillain.

País: EE.UU. 2009.

Duración: 88 minutos.

Género: Parodia Terror.

Buenos tiempos para los paliduchos como Jesse Eisenberg

Es el momento de Jesse Eisenberg, un actor de 26 años al que le dan papeles de adolescente o de chico que aparenta todavía menos edad, debido a su aspecto frágil, escasa estatura y a una tez pálida. Se ha convertido en la alternativa a los niñatos hipermusculados que pueblan la saga «Crepúsculo» y demás productos de consumo juvenil, junto a otros de su especie como Michael Cera o John Heder, todos ellos pertenecientes al grupo de los «raritos».

Procede de la cantera televisiva, siendo «Get Real» (Asuntos de familia) la serie que le dio a conocer a la vez que a Anne Hathaway. En el cine, su primera película importante fue «Emperor's Club», realizada por Michael Hoffman hace siete años, y donde Kevin Kline era el profesor que trataba de convencer a sus alumnos sobre el interés cultural del griego y del latín clásicos. Tuvo otra aparición secundaria, esta vez a las ordenes de Shyamalan, en «El bosque» y, sin dejar el cine fantástico, fue ya coprotagonista en «La maldición», de Wes Craven, emparejado con Cristina Ricci. Pero el examen de reválida en un papel dramático de importancia le iba a llegar con «Una historia de Brooklyn», la película independiente de Noah Baumbach en la que hacía de hijo de un matrimonio de intelectuales roto, con Jeff Daniels y Laura Linney en los roles paternos.

Gracias a tan remarcable experiencia Eisenberg se sintió preparado para abordar un tipo de comedia más reflexiva sobre el paso a la madurez, oportunidad materializada recientemente con «Adventureland», una personal y meritoria obra de Greg Mottola merecedora de una mejor distrubición de la que ha tenido. Y eso que el chico cuenta como pareja estelar con Kristen Stewart, en teoría capaz de arrastrar a muchos más fans a las salas de cine.

Sin embargo, al margen de tales emparejamientos ocasionales, Eisenberg parece interesar a los cineastas de talento que ven en él a un actor moldeable. Entre sus próximos proyectos destaca «The Social Network», la ficción que David Fincher prepara sobre los orígenes de Facebook y el fenómeno de las redes sociales. También estará en «The Stanford Prison Experiment», basada en el homónimo documental previo y, por lo tanto, más ajustado a los hechos reales que la versión alemana titulada «El experimento», la cual se inspiraba libremente en el estudio hecho en la Universidad de Stanford en 1971 con sujetos inocentes a los que se encerró como si fueran delicuentes.M. I.

NACIÓN DE ZOMBIS

«Bienvenidos a Zombieland» es un claro manifiesto de EEUU como nación de los zombis, que viene a decir que ellos son capaces de reírse de sus propias catástrofes, incluso de las económicas, ya que la película ha quintuplicado en taquilla el dinero que costó.

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