Aunque parezca mentira, han pasado treinta años desde que Alan Parker realizara su película. Lo que en orígen fue un entretenido musical sobre principiantes de las artes escénicas ha acabado convirtiéndose en un fenómeno insoportable, a fuerza de series y programas televisivos que han abusado ad nauseam del reiterativo esquema de los estudiantes de una academia de baile que buscan la fama, por si alguien no se había enterado todavía.

Tres décadas después, «Fama» es un producto que ha sido reorientado comercialmente hacia el público preadolescente, que es el único que se lo traga. Así se explica que este remake tenga la calificación de autorizado para todos los públicos, cuando la película original era para menores de 18 años. En consecuencia, en la actual y ruinosa Metro Goldwin Mayer se han limitado a copiar la estructura del argumento de arriba a abajo, pero infantilizando sus contenidos de acuerdo con una moral cristiana equiparable a la de las producciones Disney derivadas de «High School Musical».

La renovada «Fama» tampoco parece servir como cantera de jóvenes talentos, salvo por el descubrimiento de la afroamericana Naturi Naughton, que canta y baila con mucha mayor soltura que el resto de sus compañeros blanquitos, los cuales demuestran que las horas de academia no sirven de mucho cuando no hay verdadero talento. Entre los veteranos que integran el reparto de los profesores está el televisivo Kelsey Grammer, siendo Debbie Allen la única que repite con respecto a la película estrenada en 1980.