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Oihana Llorente Kazetaria

Las caricias de Olentzero

Esta noche el viejo carbonero se colará en todos los hogares de Euskal Herria y dejará allí los preciados pedidos que ha ido recibiendo por carta. Los más pequeños no podrán esconder su incredulidad cuando vean cómo una pila de regalos se amontona bajo el árbol. Los nervios, las sonrisas y los abrazos llegarán tras Olentzero, así como horas de arduo montaje para los aitatxos y las amatxos que no estudiaron ingeniería para instalar la Wii, montar el castillo o el coche teledirigido.

Aunque estas son fechas para el reencuentro, también lo son para el recuerdo. No son pocas las sillas que hoy quedarán vacías en nuestras casas. 762 ciudadanos vascos celebrarán un día tan especial a cientos de kilómetros de los suyos, en absoluta soledad en una fría y oscura celda. Habrá quienes ni si quiera sepan dónde están sus allegados, como les ocurre durante todo los días del año, y viven sabiendo que en el mejor de los casos se reencontrarán en prisión. Y cómo olvidar a los familiares de Jon Anza, que ocho meses después de su desaparición no saben nada de él.

Cada vez son más los hogares afectados por la represión. A muchos les acecha por sorpresa, sin saber que está ahí, por educar a sus hijos amando a su pueblo e imbatibles ante las injusticias. Ven cómo hombres encapuchados los secuestran a altas horas de la madrugada y tras cinco días de espanto son dispersados por la geografía española, conociendo de primera mano la dureza de la cárcel. Cientos de kilómetros a recorrer cada fin de semana; 40 minutos que transcurren como un suspiro...

La última vuelta de tuerca en la política penitenciaria no ha hecho más que recrudecer una realidad ya de por sí dura. Cacheos y humillaciones a la entrada de la cárcel han acarreado largas semanas, incluso meses, sin caricias y abrazos, sin miradas y besos, sin juegos y risas entre seres queridos.

No son buenos tiempos, si es que alguna vez los hubo. Pero esta noche sí que recibirán visita, y es que el calor del viejo Olentzero cruzará las fronteras de nuestro país para asomarse entre los barrotes y llevarles todos esos abrazos y besos arrebatados durante semanas y el merecido carbón a los carceleros.

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