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Ensañamiento con los presos políticos vascos

No es nuevo, pero no por ello pierde gravedad. No es noticia para los grandes medios, pero no por ello deja de ocurrir, de ser real. El Gobierno español ha decidido, siguiendo la estela de todos sus predecesores, que el Colectivo de Presos y Presas Políticas Vascas es un laboratorio perfecto para experimentar el sadismo político. Todo con el objetivo de doblegar a ese colectivo y chantajear al independentismo vasco con la humillación como arma. No importan los costes humanos, no se es consciente de los costes morales de acostumbrarse a actuar así y los costes políticos parecen reducirse ante una sociedad adocenada y unos medios de comunicación alineados con el Gobierno en esa estrategia. En ese escenario, ¿qué importa que un preso se intente suicidar, como ocurrió anteayer en una cárcel del Estado español? ¿Qué más da que el día anterior un médico de confianza del preso hubiese advertido de ese peligro a su colega, médico responsable de la salud de los presos, y que éste no hubiese hecho nada?

Lo más grave de todo eso no es que no se explique públicamente, que no existan responsabilidades... sino que además se justifique diariamente por parte de responsables políticos en nombre del estado de derecho y de la democracia. También que se pretenda hacer creer que esto demuestra la fuerza del Estado. Por utilizar un símil que siquiera remueva un poco las conciencias de aquellos que se han vacunado ante el dolor ajeno y miran al mundo con las lentes que les ofrecen los poderosos, golpear a un animal al que previamente se ha encerrado y atado no puede ser presentado como un ejercicio de valentía, de fortaleza, incluso de dignidad. La mera imagen incita a denunciar la mezquindad, la cobardía, la miseria humana de quien lo hace.

Sea España como sea, en Euskal Herria el que no lo ve es porque no quiere verlo. Los hechos están ahí, y la estrategia de exterminio a la que responden la reivindica como propia Alfredo Pérez Rubalcaba.

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