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El escenario político vasco refleja el paso del tiempo con su propio calendario

Aunque por estas fechas suele ser más habitual lanzar mensajes cargados de buenos propósitos para el próximo año que hacer balances rigurosos sobre los acontecimientos que han marcado los últimos doce meses, también es necesario recordar que durante el año que estamos a punto de cerrar han cambiado muchas cosas en el escenario político de Euskal Herria. Dejando a un lado las balanzas que buscan el equilibrio, o el desequilibrio, entre el optimismo y el pesimismo, no se puede obviar que hay ciertos movimientos que han renovado el panorama político y que, por lógica, deberán seguir haciéndolo durante 2010.

Uno de esos movimientos es el que está provocando la reflexión interna que está llevando a cabo la izquierda abertzale, que revalida así su apuesta por resolver el conflicto político sin esperar a que las circunstancias le sean más favorables, porque es muy difícil imaginar una situación más complicada que la que soporta en estos momentos, con un Estado español empecinado en reducir a la mínima expresión el espacio democrático en nuestro país.

Tan mermados han quedado los principios democráticos que el nuevo Gobierno de Lakua no encuentra ni siquiera un asidero demagógico al que aferrarse para apoyar sus constantes apelaciones a la pretendida «legitimidad» con la que llegó Patxi López a Ajuria Enea. Ayer mismo, al comentar que el último Euskobarómetro recoge que un 71% de las ciudadanas y ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa desconfía de su Ejecutivo, el lehendakari aseguraba en una entrevista televisada que tiene que «aprender de lo que dicen los ciudadanos para seguir» ejerciendo el cargo. Poco, muy poco, ha aprendido de lo que piensa la mayoría de la sociedad vasca en los pocos meses que lleva al frente del Gobierno autonómico, cuando se atreve a destacar que esa sociedad ha asumido «con total normalidad y de manera muy positiva el cambio».

Evidentemente, que el inquilino de Ajuria Enea sea un representante del PNV o uno del PSOE no supone un cambio «anormal», puesto que estos dos partidos tienen una larga trayectoria como socios de gobierno en todo tipo de instituciones. Pero el partido de Patxi López sabe que su entrada en Ajuria Enea es vista por gran parte de la sociedad vasca como el resultado del mayor pucherazo electoral registrado en Europa en las últimas décadas. Y eso, digan lo que digan los nuevos adoctrinadores del unionismo español, no es muy normal y no puede recibir el label democrático.

Con estas formas tan difíciles de encajar en un «estado de derecho», PSOE y PP han podido trasladar a la CAV la estrategia que ya venían ensayado con distintas variantes en Nafarroa y que ahora, paradojas de ese gran pacto de estado que consiste básicamente en defender la «unidad de España» por encima de todas las cosas, ha colocado a UPN en una posición tan cómoda como esperpéntica, ya que -si no cambian las cosas en lo que le queda de legislatura a Miguel Sanz- en las próximas elecciones autonómicas peleará con el PP por conservar los votos españolistas, mientras que en los comicios estatales o europeos se los regalará todos al partido de Mariano Rajoy.

Visión de futuro y de país

Con este panorama sociopolítico no se puede poner en duda que 2009 ha sido un año de cambios. Como tampoco se puede negar que en muchos aspectos este país, como cualquier otro, ha cambiado poco o, dicho de otro modo, los cambios que se están produciendo de forma constante llegan a un ritmo que para unos es demasiado rápido y para otros demasiado lento. Es cierto que, con respecto a la situación en que nos encontrábamos hace un año, no han cambiado los parámetros en los que se desenvuelve el conflicto político, pero también se está constatando que se mantienen abiertas las puertas a la esperanza de que se logre caminar por una vía definitiva para alcanzar una solución democrática. No será un camino de rosas y habrá que superar los nuevos obstáculos que ya estarán preparando quienes tienen auténtico pavor a que la sociedad vasca ejerza el derecho a decidir su propio futuro sin ningún tipo de violencia y sin injerencias externas.

Para tocar ese objetivo con las manos no es suficiente incluirlo entre los buenos deseos para el año entrante, como en los próximos días harán muchos de los dirigentes políticos a los que la ciudadanía reclama que pasen de las palabras a los hechos, y es necesario dejar de lado los intereses partidistas y tomar decisiones importantes con visión de futuro y con visión de país. Como cualquier otro anhelo de semejante calado, en estos momentos puede parecer un objetivo imposible en el corto plazo, pero es conveniente no perder de vista que estos procesos no surgen de la noche a la mañana, sino que se van fraguando a golpe de experiencias positivas y negativas, como las que se han vivido en Euskal Herria en los últimos años. Las hojas del calendario caen igual para todos y sólo es imposible parar el transcurso del tiempo.

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