Estar
Regina Otaola, la que está donde no debería estar si a la voluntad popular se le hiciera caso, se alegra por el destino de Pello Olano. A Olano lo sacaron de casa, encadenado, por razón de unos cargos de escasa consistencia. Cinco días en manos de la comandancia que lideró Galindo, el asesino, le han convertido en reo de otros cargos. El que no ve es porque no mira. Otaola dice lo que siente. Quería a Olano -y a la mayoría de lizartzarras- en el potro de Intxaurrondo.