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Raimundo Fitero

Pánico en el salón

Luis Larrodera es un buen profesional que se va a estrellar con un formato que requiere un poco más de actitud canalla. «Pánico en el plató» de Antena 3 es una memez que no puede servirse con educación, temple y un sentido del humor casi británico, aunque sea muy maño. Y si se tiene de invitado a Paquirrín, el asunto entra en lo imposible como forma de entretenimiento con alguna posibilidad real de penetración en lo racional. Todo debería funcionar en el estado primario más delirante y en la propia propuesta de producción así lo decidieron al invitar a unos amigos, parientes y conocidos que eran como una representación maquillada de un banco de espera de la consulta de un trabajador social que inmediatamente se da cuenta que su clientela debe acudir al terapeuta con urgencia.

El pánico se provoca en el salón de estar de la casa de cada cual al ver a Falete, sí, el auténtico, contando cosas de Paquirrín. Es decir, estamos hablando de la cima de la parte inteligente, porque por el otro lado estaban los colegas del hijo de la Pantoja que aportaban una cierta cercanía, un poco de frescura pero que se atascaban en el mismo grumo de la cañería de la estulticia concentrada. Con este material solamente se puede proponer un disparate mayor, por lo que la retranca de Juan y Medio iba bien, y eso que en la primera etapa de este formato los invitados no eran de esta calaña. No los superaban mucho, pero aparecían personajes conocidos hasta por su trabajo, no solamente por su parentesco con una tonadillera viuda de un torero y amante de un estafador.

Lo que se anuncia de aquí en adelante en este programa de entretenimiento barato va por los mismos derroteros de lo zafio, de la búsqueda de las audiencias menos exigentes, terreno abonado para insistir en la alienación y el encefalograma plano como método. Es una condena que se ejecuta diariamente desde las generalistas estatales a las clases populares, algo que se debe atender con algo más de seriedad ya que ayudan a fomentar la miseria intelectual, cultural, social y de comportamiento que se vive en la sociedad actual. No es culpa de la televisión sino de sus programaciones.

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