Iñaki Uriarte Arquitecto
Donostia, plaza, fiesta y memoria
Ayer noche, además de la ilusión colectiva de un pueblo y sus justas reivindicaciones, algunos vimos en su espacialidad la formalización de un trabajo bien hecho para siempre, y en un lugar lleno de personas sentimos el vacío que crean ausencias personales
Ayer, 19 de enero, víspera de San Sebastián, festividad patronal de Donostia, se celebró como acto más significativo y multitudinario la Danborrada. Una tradicional representación conmemorativa social que homenajea la defensa colectiva de la ciudad. El lugar por antonomasia para esta efeméride y otras festividades como Santo Tomás, participadas por miles de ciudadanos, es en general la plaza en su condición de salón urbano colectivo, Konstituzio Plaza.
Este singular lugar, como espacio más simbólico de Alde Zaharra, es la evolución de la Plaza Nueva o Mayor, inaugurada en 1723 que, en contraposición a la Plaza Vieja junto a la muralla, trazó en el centro del recinto urbano amurallado el ingeniero, arquitecto y capitán militar Hércules Torrelli. Posteriormente, tras el saqueo e incendio el 31 de agosto de 1813 por las tropas anglo-portuguesas bajo el mando de Sir Thomas Graham y Lord Wellington, se proyecta por el arquitecto Pedro Manuel de Ugartemendia sobre su mismo ámbito una radical nueva configuración de elemental y gran belleza geométrica con una plaza central octogonal que es rechazada. Por Real Orden en 1816 se deberá redactar un nuevo proyecto de la plaza a cargo del propio Ugartemendia y el arquitecto Alejo de Miranda, ajustándose a las correcciones hechas por el regidor Gogorza, prácticamente una reconstrucción en emplazamiento, disposición y tamaño que se irá construyendo años más tarde por sus mismos autores. Resuelta en un sobrio estilo neoclásico con las fachadas de tres de sus lados totalmente uniformes en tres alturas dotadas de balcones corridos para espectáculos taurinos, más una cubierta abuhardillada y las plantas bajas, con entreplanta, porticadas con arquerías en su totalidad, prosiguiendo con las entradas a la misma en arcos carpaneles y el edificio representativo que la solemniza, la Casa Consistorial. El Ayuntamiento, en conjunción armónica con el resto, algo más adelantado su frente con cinco arcadas fue proyectado en 1819 por el notable arquitecto y académico Silvestre Pérez, y tras su fallecimiento en 1825 la obra fue dirigida con algunas modificaciones por Ugartemendia entre 1828 y 1832.
Después de más de 150 años de usos diversos y deterioro ambiental, se encontraba en un estado de degradación muy lamentable y exigió una rehabilitación integral, no sólo de fachadas sino de infraestructuras urbanas, conducciones de saneamiento, iluminación, pavimentos, etc. El proyecto, realizado por los arquitectos Antxon Martínez Salazar y Lucas Echeveste Otegui y el ingeniero de CCP José Ramón Luzuriaga Tellería significó la puesta en valor de la plaza en sus aspectos compositivos, formales, materiales y cromáticos, de acuerdo a los criterios más racionales y sensibles sin estridencias que en intervenciones sobre el patrimonio monumental ya se estaban imponiendo en Europa desde hacía un tiempo. Esta obra junto con otras intervenciones en 30 ciudades fue considerada en la exposición A vision of Europe, Rinascimento Urbano, en la III Trienale Internazionale di Architettura e Urbanistica di Bologna en 1996 y posteriormente mostrada en San Telmo Museoa.
Ayer noche, en esta plaza de extraordinaria belleza, el Ayuntamiento y las fachadas que la delimitan dando sentido arquitectónico fueron intuitivamente contempladas y admiradas, y en medio del entusiasmo social algunos evocamos en un profundo y emocionado silencio el agradecimiento a uno de los coautores de su exquisita restauración, inaugurada el 21 de mayo de 1994: el arquitecto Antxon Martinez Salazar (Donostia, 1945), fallecido tras un rápida y cruel enfermedad hace justo dos semanas, el pasado día 5.
Persona culta y noble, arquitecto en el ejercicio habitual de la profesión y muy especialmente entregado apasionada y desinteresadamente en esfuerzos, tiempo y también costos en la acepción socio cultural del oficio, tantas veces descuidado. Muy motivado y preocupado en la investigación, documentación, defensa y difusión del patrimonio monumental de Gipuzkoa y especialmente de su ciudad, ha sido -cómo cuesta pensar y escribir en pasado, amigo Antxón, si hace muy poco hablamos de esto mismo- cofundador de la Plataforma Euskadi-Aquitaine-Navarra, entre el Euskal Herriko Arkitektoen Elkargo Ofiziala y la Ordre d´Architectes d´Aquitaine para la interrelación de aspectos culturales comunes, especialmente la arquitectura y el urbanismo.
Ayer noche, además de la ilusión colectiva de un pueblo y sus justas reivindicaciones, algunos vimos en su espacialidad la formalización de un trabajo bien hecho para siempre, y en un lugar lleno de personas sentimos el vacío que crean ausencias personales. Luego, hoy, cuando la plaza esté sin nadie, como la otra noche después del funeral, siempre habrá alguien que esté allí en la plaza, contigo. Agur, Antxon!