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Raimundo Fitero

Garantías

Si todas las programaciones televisivas funcionaran como sus programadores piensan, estaría colapsada nuestra posibilidad de elección. Los telespectadores nos podemos mover con cierta soltura gracias a los fracasos, a los programas fallidos, a las equivocaciones de los responsables y porque todo está basado en una aritmética primaria que se convierte en inversión publicitaria. Por ello, si quitamos la publicidad, se rompe el mapa, nos cuesta más manejarnos por esas autopistas sin peajes. Por suerte, no hay garantías de éxito, casi nunca. En los términos en los que se mueve la recaudación de audiencias, no es la calidad lo que se busca, pero no puede funcionar lo suficiente un programa, serie, reality que no tenga unos niveles mínimos de calidad.

Si sucede una catástrofe humanitaria como la de Haití, es lógico que los noticiarios tengan una audiencia superior, pero claro, si las cadenas mandan al lugar de los hechos a los titulares para que se paseen sin cobertura en el móvil, es una pequeña contradicción, aunque en el caso que nos ocupa el gran hecho camuflado es que se confirma que en los barrios ricos no hay tanto problema, se han minimizado los desastres, la destrucción de edificios y servicios es menor y eso no se cuenta, al igual que les cuesta contar que hay playas privadas, con complejos turísticos impresionantes a las que acuden, hoy, ahora mismo, transatlánticos vacacionales de cinco estrellas y cosas de este estilo que nos vuelve todavía más suspicaces.

Los cascos azules, los cascos negros, verdes o rosas, ¿qué están haciendo? Contesto con rabia: proteger los intereses de los ricos, acotar el territorio de la desgracia, mantener el orden impuesto por unas castas. A las masas consumidoras de televisión nos proporcionan alguna motivación para la caridad, programas tópicos solidarios y figuraciones de artistas y famosos en busca de promoción. Es doloroso, pero en ningún especial nos han contado casi nada de la verdad. Nos impresionan, nos asuntan, nos pueden llevar hasta las emociones primarias, pero no hay ninguna garantía de que las imágenes que nos sirven no formen parte de un nuevo desastre informativo.

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